En una empresa, las actividades encaminadas a la obtención de beneficios, es decir, las operaciones, requieren la conversión de tesorería en diversos activos (existencias de todo tipo) que, a su vez, se convierten en cuentas a cobrar como parte del proceso de ventas.
Los resultados de explotación se realizan definitivamente cuando el proceso de cobro devuelve la corriente de tesorería a la entidad, de forma que pueda iniciarse un nuevo ciclo, presumiblemente, con potencial beneficio.
Los analistas y otros usuarios de estados financieros han admitido, hace tiempo, que la creciente complejidad del sistema contable del devengo, enmascara flujos de tesorería, procedentes de las operaciones y amplía la divergencia de estos, respecto al beneficio neto declarado.
No solo señalan las entradas netas de tesorería procedentes de las operaciones como el factor de validación definitiva de la rentabilidad sino que, además, ponen de relieve, que es la tesorería y no el beneficio neto lo que se utiliza para reembolsar préstamos, reponer y ampliar las instalaciones y el equipo en uso, así como pagar dividendos.
La medición válida de las entradas y salidas de tesorería de diversos orígenes, sean por su naturaleza de explotación, financiación o inversión, es por tanto, una importante herramienta analítica en la evaluación de la liquidez a corto plazo, la solvencia a largo plazo y los resultados de explotación.
Aunque se puede obtener información fragmentaria sobre los orígenes y utilizaciones de tesorería a partir de cuentas de resultados y balances de situación comparativos, solo se puede lograr una imagen de conjunto de esta importante área de actividad a partir de un estado de flujos de tesorería.
Este hecho explica la creciente importancia y utilización de este estado, que puede proporcionar información en cuestiones como las siguientes:
¿Cuál ha sido la tesorería generada por las operaciones o utilizadas en ella? ¿Qué utilización se ha hecho de la tesorería proporcionada por las operaciones? ¿Cuál ha sido el origen de la tesorería invertida en nuevas instalaciones y equipo? ¿Qué uso se ha dado a la tesorería procedente de una nueva emisión de bonos o la venta de acciones ordinarias? ¿Cómo ha sido posible mantener el dividendo normal a la vista de una pérdida de explotación? ¿Cómo se ha conseguido el reembolso de deuda o cuál ha sido el origen de la tesorería utilizada para amortizar las acciones preferentes? ¿Cómo se ha financiado el aumento de inversión? ¿Por qué, a pesar de los beneficios registrados, la posición de tesorería es más baja que el ejercicio anterior? ¿Qué es flujo de tesorerías?
Pocos términos analíticos han sido más ampliamente utilizados y, al mismo tiempo, peor comprendidos que la denominación flujo de tesorería.
Por sí sola, y sin calificativos, la expresión flujo de tesorería carece literalmente de sentido. Una compañía puede experimentar flujos positivos de tesorería (entradas de tesorería) y flujos negativos (salidas de tesorería).
Estas entradas y salidas de tesorería pueden estar relacionadas con diversas actividades, encaminadas a la obtención de beneficio, a las que nos referiremos como operaciones, actividades de financiación o actividades de inversión. Podemos identificar asimismo la diferencia entre las entradas y salidas de tesorería para cada una de esas actividades, así como para todas las actividades de la empresa en conjunto.
Estas diferencias pueden denominarse entradas netas o salidas netas. Así pues, una entrada neta de tesorería se conciliará con un aumento neto en el saldo de tesorería para el período, mientras que una salida neta se corresponderá con una disminución del saldo de esa durante el período.
Para evitar confusiones, es mejor describir específicamente, a qué tipo de flujo de tesorería nos referimos. ¿Se trata, para cualquier período dado, del cambio neto en el saldo de tesorería, de la diferencia entre las entradas y salidas de tesorería en relación con las operaciones, o de algún tipo especificado de flujo de tesorería? La mayor parte de los autores, al hablar de flujo de tesorería, se refieren a la tesorería generada por las operaciones.
El problema, desde el punto de vista del analista, es que el cálculo de esta cifra es a menudo simplista, incorrecto o engañoso. Además, con frecuencia son utilizados conceptos erróneos del flujo de tesorería, procedente de las operaciones por quienes tienen en mente objetivos concretos de persuasión.
Para los analistas de créditos, de valores y otros profesionales, el análisis de flujos de tesorería es una herramienta analítica de primer orden.
El estado de flujos de tesorería es clave para la reconstrucción de muchas transacciones, y esta reconstrucción constituye un proceso y una técnica analítica de importancia primordial.
El análisis del estado de flujos de tesorería exige conocer a fondo las bases sobre las que se prepara, así como su método de elaboración. Por tanto, nos centraremos primero en el conocimiento de este importante proceso contable.
A continuación, nos ocuparemos de los usos analíticos a los que puede destinarse este estado, así como de las consecuencias de su utilización para el análisis de estados financieros.
EVOLUCIÓN DE LA CONTABILIDAD DE FONDOS Y FLUJOS DE TESORERÍA
Los contables han admitido hace mucho tiempo la necesidad de explicar los cambios en los fondos, de un período al siguiente, independientemente de cómo se definan. Sin embargo, fue a partir de 1971 cuando se exigió que se presentara un estado de cambios en la situación financiera como informe básico en el que se explicaran las transformaciones de capital circulante o tesorería.
Los analistas y otros usuarios de estados financieros están de acuerdo en que resulta más útil centrarse en el cambio de tesorería, que en cualquier otra medida de los fondos disponibles.
Puesto que los estados financieros se preparan de acuerdo con el principio del devengo y que muchos objetivos analíticos importantes se centran en la capacidad de una entidad para satisfacer sus obligaciones de tesorería, como las de intereses, reembolso de principal, desembolsos de capital y dividendos, el analista necesita conocer las consecuencias de tesorería de las actividades de explotación, financiación e inversión de una entidad.
Aunque los contables han admitido estas necesidades, han sido más lentos en reconocer la tesorería como definición preferida de los fondos. Esta reticencia puede deberse en parte, a la insistencia en la contabilidad del devengo como método óptimo para la determinación del beneficio, y a la aparente contradicción entre flujo de tesorería y contabilidad del devengo. En realidad, no existe tal contradicción, porque estos dos métodos de medición, como veremos, se utilizan para cosas diferentes.
En 1976 se inició un proyecto importante para formular una estructura conceptual de contabilidad e información; en diciembre de 1980 se emitió un memorandum de discusión, relativo a la información sobre flujo de fondos, liquidez y flexibilidad financiera, en el que se analizaban temas relacionados con la información sobre flujo de fondos.
Los principales problemas analizados eran los conceptos que deberían adoptarse para el estado de flujo de fondos y la forma de presentación de la información lo anteriormente mencionado.
Las respuestas recibidas en relación con el proyecto de estructura conceptual, indicaban un consenso general entre los usuarios de estados financieros, en cuanto a que un estado de flujo de tesorería sería más útil que cualquier otro estado de flujo de fondos. Tal como consigna en sus apuntes, el profesor Leopold A. Bernstein, del Accounting, Bernard M. Baruch College, de The City University of New York, se establece, que un conjunto completo de estados financieros para un período de información debe mostrar, entre otros, los flujos de tesorería durante el período.
LE RECOMIENDO:
• Analizar los estados financieros del estado de flujos de tesorería. • Comparar la función de la cuenta de resultados, con la del estado de flujos de tesorería. • Dar prioridad a la reconstrucción analítica de todas las transacciones. • Tener en cuenta que la tesorería es la que proporciona a una empresa el mayor grado de liquidez y flexibilidad de elección. • Realizar correctamente el flujo de la tesorería de operaciones que, con frecuencia, contiene conceptos en sus cálculos, que son simples, incorrectos o engañosos.