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Arte y riqueza en las manos

Los famosos tabacos torcidos a mano con sello Hecho en Cuba llegan a unos 150 países en los cinco continentes


Martes 08 de Mayo de 2018 | 12:00:00 AM 

Autor

Raquel Sierra

Cuando en China, Emiratos Árabes Unidos, Canadá, Reino Unido y Cuba se enciende un puro cubano, se llega al fin de una sucesión de procesos. Desde la hoja hasta el puro, desde el campo hasta la caja, un ciclo en el que toda etapa es igual de relevante y en ellas intervienen muchas personas. Una de esas  fases es la industrial.

La Empresa de Tabaco Torcido José Martí es la casa matriz de las marcas H.Upmann y Montecristo. Sin embargo, con 150 torcedores graduados y 50 aprendices puede llegar a producir hasta más de 20 denominaciones.

Secretos de los habanos

Que un puro sea fuerte o ligero depende de lo que esconde en su interior. Según explica Eduardo Rodríguez Chirino, jefe del departamento de torcidos, “eso va en la capa y en las ligadas: tabaco seco, volado y ligero. La marca la da la composición del puro por dentro”.

Cada día se producen en la fábrica entre 14 000 y 16 000 habanos y,  en jornadas extendidas pueden llegar a 18 900 y 19 000 unidades de H.Upmann, Montecristo, Hoyos de Monterrey, Robaina, en dependencia de las necesidades de la empresa, apunta Rodríguez Chirino.

La calidad de los puros cubanos es la cualidad que los distingue y brilla en los más exigentes mercados.  El riguroso proceso de revisión, con chequeos y contra chequeos, busca la mejora continua y se logra mediante el perfeccionamiento de la labor de quienes tuercen a manos los habanos.

“Existen tres  categorías de torcedores: séptima, octava y novena, la máxima. No buscamos cantidad, sino calidad, las normas de la novena son de 80 a 100, pero son los más complicados, más grandes, con mayor calibre, lo que requiere mucha destreza para hacerlos perfectos, por ejemplo, Maravilla, Montesco, Pirámide y Magno 54”, explicó el responsable del departamento de torcidos, con 30 años en el sector y también torcedor, lo que le permite enseñar cuál es el defecto.

Aprender y hacerlo bien

Antes de torcer los puros, las hojas pasan por el despalillo. De acuerdo con Rosaida Espinosa, jefa de ese departamento en la H.Upmann, allí les quitan la vena central de la capa y las clasifican por tamaño,  según la marca en producción en la galera.

Esa fase del proceso también requiere de especialización. “Las personas se entrenan durante cuatro o cinco meses, pero si lo hacen con calidad antes de ese tiempo, se evalúan como despalilladoras”, señala Espinosa, con 25 años en el sector, 15 de estos en esta fábrica.

“Todo el proceso del tabaco es muy bonito y hay que tener arte en las manos, una mezcla de don y amor por el tabaco, además de paciencia, delicadeza y disciplina”, considera.

Los primeros pasos

A las marcas las diferencia el tamaño, color, grosor,  sabor y  aroma. Una hoja le da la fuerza al tabaco; otras, el aroma y la combustión. Eso lo aprende toda aquella persona que quiera hacerse torcedora, para lo cual debe pasar un curso práctico de nueve meses de duración. Según dicen, es como montar bicicleta, se asimila y no se olvida nunca, pero lleva rigor.

Maritza García lleva 13 años en esta entidad. Pasó el curso de tabaquería en la fábrica El laguito. “Tiene que gustarte, porque de lo contrario no lo haces bien, son ocho horas de trabajo, sentadas. A mí realmente me gusta hacer tabaco, no lo supe hasta que comencé el curso, desde el primer momento me agradó y le presté atención y aquí estoy todavía. Les diría a otras personas que se sumen, es un trabajo que vale la pena”, dice García, quien con cada tabaco está enviando mensajes desde Cuba a muchas partes del mundo.

A juicio de Yoryana Lamadrid, profesora del curso, el torcido requiere “mucha técnica y concentración, si no te centras no lo haces bien, aquí simplemente hay que hacer tabaco nada más, esa es la escuela, controles de calidad rigurosos: el orillado de la capa, la cabeza tiene que quedar redonda, dos vueltas y media del pañuelo, la capa estirada: son muchas exigencias para evaluarse”.

El curso tiene varias fases: 15 días para hacer tripas y cuando aprendes, tres meses para hacer la capa perfecta, después es la etapa de la vinculación; luego, dos meses para hacer cierta cantidad de tabaco , que se incrementa en el término de 30 días, pues según la etapa, es el número de unidades por torcer, hasta la cuarta que deben realizar durante un mes  la norma establecida para los torcedores graduados, y luego  igual período para ser evaluados. “Cuando terminan su proceso de nueve meses, tienen su plaza, salen como tabaqueros, algunos muy hábiles y pueden evaluarse en menos tiempos”, dice Lamadrid.

Tras tres años de profesora, cada graduación es una sensación repetida. “Me da mucha emoción, es una semillita que se crea: es mía, la hice crecer yo y le enseñé todo lo que sabe sobre esto. Me da una cosa cuando pasan a ser tabaqueros… hasta ganas de llorar”, confiesa.

El aprendiz Yosniel Torriente Sardiñas, de 23 años, supo de la convocatoria y se presentó, fue aprobado para adiestrarse. “Si te propones realizarlo con calidad, y lo logras, pueden vincularte en cinco meses, el problema es hacerlo bien y tener interés”, dice.

El deber ser

Cada escalón del tabaco pasa un severo escrutinio. En la fábrica, además de la máquina que comprueba el tiro, en cada paso se supervisa, incluso más de una vez, el 100 % de la mercancía, desde el torcido, la escogida, el envasado y hasta el anillado -los técnicos revisan a los revisadores-, además de una  cata diaria.

“Al buen tabaquero le gusta la perfección: el estirado de capa, que no haya baches, que la tripa no esté torcida, que no le quede empalmado y no tire….”, opina Espinosa.

De acuerdo con Carmen Bécquer Delgado, directora adjunta de la empresa, perteneciente al grupo Tabacuba, a lo largo del proceso, en todas las áreas, personal calificado realiza varias revisiones técnicas, tanto en la confección del torcido como en su terminación y se exige de los torcedores el respeto de las normas pautadas para este producto; lo otro lo pone la naturaleza y la buena cosecha de la hoja, ingredientes inseparables de la calidad de los habanos. “Es un oficio complejo, que demanda mucha entrega”, dice.

Para 2018, agrega, entre los retos de la Empresa de Tabaco Torcido José Martí están cumplir lo proyectado en unidades físicas y en valores y mantener la excelencia, “de manera que el producto que vendamos para la exportación a 150 países y cinco continentes, sea insuperable”.

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