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Valle de los Ingenios: Tesoro de la mano esclava en Cuba

Declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1988, el Valle de San Luis o de los Ingenios revela su esplendor como símbolo del desarrollo de la producción de azúcar, triste recuerdo de la explotación de mano esclava


Viernes 19 de Diciembre de 2014 | 01:00:00 AM 

Autor

Raúl I. García Álvarez

El Valle de San Luis o de los Ingenios, declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1988, al sur de la central provincia de Sancti Spíritus, revela su esplendor como símbolo del desarrollo de la producción de azúcar, triste recuerdo de la explotación de mano esclava.

En las inmediaciones de Trinidad, tercera villa fundada por los españoles en 1514 en la Isla, también con el título patrimonial, van a coincidir en los siglos XVIII y XIX diversos factores que transforman el panorama rural en un emporio de riquezas para nacionales e ibéricos.

Carlos Joaquín Zerquera y Fernández de Lara (1926-2009), historiador oficial de Trinidad, reconocía que el esplendor llegó a la localidad con el sudor y el sufrimiento de la fuerza esclava.

En el valle, encerrado entre montañas y ríos caudalosos, florecieron bellas casas haciendas, palacetes y también campanarios como la torre Manaca Iznaga, símbolo del poderío de una familia trinitaria.

Desde esa atalaya de estilo romano que conserva hermosas leyendas, se domina todo a su alrededor. De unos 45 metros de altura, con ventanas laterales y 184 escalones, sirvió para vigilar el laboreo y a los esclavos.

Burlando el tiempo

La Torre Manaca-Iznaga, única de su tipo en el país, se burla del infalible tiempo. Comparada por los visitantes con la Torre de Pisa, su ejecución fue ordenada por Don Alejo María del Carmen Iznaga y Borrell, en las primeras décadas del siglo XIX.

Iznaga, nacido en 1807, se casó con Doña Juana Hernández en julio de 1826. Para los cronistas, la atalaya, de ladrillos de barro cocido, fue un regalo del hacendado a su esposa, algo muy notorio para contraer nupcias entre quienes poseían abolengo.

La vigía, que en diversos momentos contó con campanario, reloj y una habitación para el guardián en el último piso, cumplía con la nobleza de los más sobresalientes hacendados criollos.

Su utilidad era múltiple: para observar posibles incendios en los cañaverales, dando aviso con los toques de campana, y para despertar a los esclavos y llamarlos al concluir sus extenuantes faenas agrícolas.

Con el decursar del tiempo la torre de Manaca-Iznaga se transforma en uno de los símbolos más ilustres del país, marca un punto obligado para el visitante en el centro sur de Cuba.

En ese valle funcionaron 48 ingenios, pero la crisis económica de mitad del siglo XIX (1857 a 1866), unida a otros factores sociales, afectaron gravemente a la industria azucarera trinitaria.

Según documentos consultados en 1827 la cifra de esclavos en Trinidad ascendía a 11 697, lo cual representaba 40 % del total de la población.

Leyendas al vuelo de los años

La atalaya de Manaca-Iznaga, revestida con mortero tradicional de cal y arena y acreedora de una envidiable resistencia, está rodeada de leyendas que han trascendido de generación en generación por el lenguaje oral.

Entre las más escuchadas en la actualidad se relaciona con el celoso Alejo, quien había ordenado fabricar una habitación en lo más alto de la torre para encerrar a su esposa.

Hay quienes agregan que Doña Juana, desde la cúpula, vio el duelo entre Alejo y su rival, a quien dio muerte.

Otra fábula, esta también de amor, nos lleva a una competición entre los hermanos Iznaga, Alejo y Pedro. Ambos se disputaban a la misma joven y acordaron que quien superara al otro se llevaba el botín femenino. El primero miró hacia el cielo y erigió la torre; el segundo  cavó un pozo.

Otras le atribuyen un fin utilitario ya que desde lo alto se podían avistar los barcos por la costa sur y vigilar las extensas plantaciones para evitar los incendios, las fugas de los negros esclavos o las sublevaciones de estos.

Este Monumento Nacional, parte del antiguo ingenio azucarero San Alejo de Manaca, constituye el mejor exponente de las torres vigías. Los descansos, barandas y la escalera son de maderas duras nacionales.

Ni tormentas, ni los desoladores huracanes que perturban a la isla caribeña durante buena parte del año han podido echar abajo esta prenda que se alza majestuosa como símbolo de Trinidad y Cuba.

Sobre la esclavitud en Trinidad

Aunque son escasos los datos para precisar por dónde llegaron los primeros esclavos a Trinidad, se estima que una parte lo hizo por el sur a través de los ríos, en especial el Agabama y el Guaurabo, aunque también provenían de otros puntos del país.

Para el eminente historiador Ramiro Guerra quienes abren la ruta de la esclavitud en Cuba fueron los yucatecos (naturales de Yucatán, México) alrededor de 1513.

Algunos estudios demuestran que los colonizadores exterminaron rápidamente a los aborígenes, dando inicio a la práctica de ranchear, o sea, secuestrar a los indios de las tierras vecinas para esclavizarlos.

Por otro lado, escritos existentes en los archivos locales demuestran que en la región central se reportaron sublevaciones en Sancti Spíritus y Trinidad en 1533, 1538 y 1616, apoyadas por negros libres y cimarrones.

Estos son los primeros datos que ofrecen alguna claridad de la presencia en el siglo XVI de africanos o naturales de las islas vecinas en el archipiélago cubano.

En poco más de un siglo la población negra en la villa trinitaria era de 1 207 personas y en 1740 se reportaban 5 234 sometidos a la servidumbre.

A mediados del siglo XVIII existían 25 trapiches y muy próximo a la última década de ese período, se reportaban 40 fábricas que elaboraban unas de 60 000 arrobas de azúcar y unas 700 botijas de miel.

En los primeros años del siglo XIX, con la introducción de las máquinas de vapor, se perfecciona la tecnología que requiere de más brazos esclavos para mantener los bajos costos y de hecho ofrecía mayores riquezas a los hacendados criollos.

Para esa fecha se abre una de las épocas de oro en la sociedad trinitaria, aunque no así para los miles de hombres y mujeres que llegaron como esclavos de tierras africanas. (Corresponsal de Prensa Latina en la provincia de Sancti Spíritus)

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