Martes
14 de Mayo  2024 

El duende de la bondad

Nuestro entrañable compañero Ernesto Rojas no ha concurrido más a esta redacción


Jueves 03 de Mayo de 2007 | 12:00:00 AM 

Autor

Esta queja pudiera parecer el desborde sentimental en la sobriedad de un semanario comercial y financiero; pero a los redactores de Opciones también nos asaltan taquicardias y pasiones, entre tantos registros de negocios, oportunidades y opciones…

Y he aquí que venimos a rebelarnos contra lo inevitable, porque nuestro entrañable compañero Ernesto Rojas no ha concurrido más a la cita de esta redacción.

Un infarto detuvo su generoso corazón, y ahora gravita sobre nuestras mesas la insoportable ausencia de sus colillas de cigarros, sus invariables tazas de café, y aquellos besos y abrazos que él repartía cada mañana por igual a cada quien, con esa cordialidad de los caballeros antiguos que lo distinguía.

De Ernesto recordaremos siempre su bondad, esa bondad que a muchos se les va estropeando en los desgastes de la vida y él mantenía intacta; más que mantenía, alimentaba. Se nos fue, y aún con los días, aparece alguien que él citara para ayudarle en un proyecto mediático, cierta weblog, alguna maña informática o el remate de una juvenil tesis de grado.

Todos sus años en Juventud Rebelde, luego de Opciones, Ernesto se distinguió como periodista por ser una especie de adelantado o gurú de las nuevas tecnologías de la información. Pero ese talante ordenado y acucioso para el saber de la ciencia y la técnica, lo multiplicó entre todos, así como compartiera siempre un bocado, una anécdota, un trago de café o de ron . Si algo necesitan las redacciones, locas de por sí, son esos seres equilibrados como Ernesto que sirven de contrapeso. Hoy nos hace más falta que nunca aquella serenidad suya, la elegancia con que escondía sus propios dramas individuales para estar siempre presto a suavizarnos los días, a comprender a cada quien con sus virtudes y defectos.

Hay personas que sin altisonancia, con sencillo estilo de hormiga, van cargando a cuestas por la vida, para ir depositando todo el cariño y la amistad que tantos otros nos niegan. De esa estirpe era Ernesto. O más bien es. Porque entre nuestras computadoras y mesas, aunque falten sus obsesas colillas y tazas de café, él andará por ahí siempre sonriéndonos como un duende de la bondad.

Comparte esta noticia