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Entre incongruencias anda el juego

A la mayoría de los bancos les resulta imposible salir hoy a captar dinero en los mercados. Hay demasiado temor ante los “default”, las “burbujas” y demás calificativos acuñados al calor de las debacles financieras. Por otro lado, y como consecuencia de tantas decepciones sufridas por el ciudadano común que depositaba sus ahorros en los bancos, también se les dificulta atraer el dinero de los ahorradores y comprometerlo por el mayor tiempo posible


Jueves 15 de Septiembre de 2011 | 12:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

La crisis económica global iniciada casi tres años atrás ha puesto también en crisis los conocimientos básicos de economía que muchos –me incluyo- aprendimos en las aulas universitarias como complemento a nuestra formación profesional, cualquiera que fuese la especialidad.

Este fenómeno ha situado frente a un engañoso espejo a las inversiones. ¿Ejemplos? El bono griego a 1 año... ¡a 12.1%¡; los bonos estadounidenses, pese a los recientes temores a un "default" por las divergencias entre Republicanos y Demócratas para seguir dándole a la maquinilla de hacer dinero, a 1,9% a 10 años con una rentabilidad mínima de seis décadas... justo cuando su capacidad de pago es tal vez la menor en todos los tiempos.

En la otra cara de esta complicada “moneda” se sitúan países como Alemania, beneficiado por el revuelo que viven los mercados. El bono alemán a 10 años cotiza en mínimos históricos del 1,68%. Esto supone que el inversor que compra estos bonos está dispuesto a cobrar 1,68% cada año durante una década, porcentaje que difícilmente cubrirá el inflexible alza de la vida, estimada en un 2%.  Más chocantes aún y totalmente alejadas del discurso financiero son el bono alemán a 3 años (que renta 0,54%), o el rédito emitido por el Tesoro de EE.UU. a plazo de 5 años con rentabilidad de 0,84%. Estas son algunas incongruencias de esta crisis. Pero hay muchas más.

Oro y materias primas por las nubes

El oro ha sido el refugio por excelencia -lo seguirá siendo- mientras persista la confusión en los mercados y empeore (todavía parece que puede hacerlo más) la crisis en la zona euro. A la vez, muchísimo dinero especulativo ha entrado en la crisis buscando una oportunidad en las materias primas y provocando distorsiones nada deseables en los precios de alimentos básicos, que indefectiblemente conducen al hambre de millones de seres en el planeta

Los analistas se cuestionan si es el momento o no de comprar ahora oro. Lo cierto es que el “vil metal” lleva más de tres años subiendo sin parar desde que se produjo el “tsunami” Lehman Brothers, señal de arrancada de esta prolongada crisis.

Los precios, nuevamente, poco han importado, yendo al amparo de los bienes tangibles, aunque solo como referencia para aumentar los capitales. Aquí también se cree que la burbuja debe estallar pronto, pero mientras, el oro y otras materias primas básicas hacen oídos sordos y suben y suben sin control… y mucho menos por un motivo real.

Pero el rosario de males parece no tener freno. Primero, la crisis de la deuda se fijó en la de las empresas, y de un tiempo a la fecha, está penetrando de lleno en la de los países, algo sumamente explosivo como se ha podido comprobar en varias naciones árabes, norafricanas, europeas y alguna que otra del nuevo continente.

Es una verdad como un templo que por muy poderosa que sea una compañía, los volúmenes de deuda con los que puede dejar atrapados a los inversores es infinitamente menor a lo que haga un Estado. Las divisas son las afectadas por estos movimientos de capitales que huyen de las Bolsas, y que a su vez huyen de determinadas deudas. En definitiva se invierte en un producto financiero, pero siempre asociado a una moneda que puede quedar sin respaldo y, peor aún, sin que la saquen del apuro. (¿Estaré pensando en Grecia?)

En la crisis actual el mal de muchos ha permitido un cierto equilibrio entre monedas, con excepción del yuan chino y algunas pocas más, apuntaladas por un PIB en constante ascenso. Mientras, el euro y el dólar han jugado mal que bien sus bazas en esa igualdad de problemas, aunque con sus bien diferenciados matices.

Tal vez por ello, Suiza acordó poner límite a mediados de la semana pasada a una revalorización excesiva de su moneda, el franco suizo, y dos días después se producía un tremendo batacazo de la divisa europea ante el convencimiento de que esta “partitura monetaria” a 17 manos, desafinaría horriblemente con una salida brusca del país heleno.

Ahora, las naciones periféricas empujan a los inversores hacia otras monedas pero, por otro lado, Alemania logra persuadir a muchos de no hacerlo. Y salta a la vista lo que algunos expertos califican de “gran paradoja”: el dólar fortaleciéndose como refugio y el franco suizo “a dieta” para “no engordar”, mientras la economía estadounidense está más cerca de sufrir la depreciación del billete verde que para refugiarse tras los muros de la hoy impredecible eurozona. O sea, otra incongruencia más.

Que nadie lo dude, la zona euro ha devenido tablero de ajedrez, y solo está al alcance de los genios prever que los próximos movimientos sean acertados.   

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