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Desolación y muerte

Los últimos días clasifican como los más terribles para los habitantes de los estados de Mississipi, Alabama y Louisiana, y en alguna medida la Florida, en Estados Unidos. El huracán Katrina con su secuela de destrucción y muerte dejó su marca en cientos de miles de pobladores de esos territorios


Domingo 04 de Septiembre de 2005 | 12:00:00 AM 

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Hoy por hoy nadie es capaz de definir qué resultaría peor, si pasar varias veces por el azote de Katrina o enfrentar luego sus consecuencias. En las zonas afectadas reina el caos. La falta de un plan estatal de prevención, evacuación y atención a los damnificados no existe en la primera potencia del mundo.

Luego de varios días del paso del huracán los afectados no han recibido ayuda efectiva. La falta de alimentos, fluido eléctrico, gas y la pérdida de todos los bienes que poseían es casi la constante para los ciudadanos de esos estados norteamericanos. La evacuación hacia lugares seguros quedó suspendida en la tarde del jueves último cuando uno de los helicópteros fue tiroteado, las fuerzas de la guardia nacional son insuficientes para paliar la ya muy deteriorada situación que apunta a saqueos, violaciones y todo tipo de vandalismo.

Y por si fuera poco el presidente norteamericano, George W. Bush, solo apareció el viernes pasado para recorrer el área devastada por Katrina, tal vez pensando que más vale tarde que nunca. Como parte importante de su alocución desde la Casa Blanca, se dedicó a hacer un espectacular llamado a la población para que ahorre gasolina porque los daños en el Golfo de México pueden provocar escasez de petróleo y un incremento de los precios.

Ante las imágenes dantescas que aparecen en todos los medios de comunicación del mundo y los trascendidos de que tardará varios años la recuperación de la zona por donde pasó Katrina, el socorro a las víctimas por parte del gobierno, para muchos llega muy tarde.

La destrucción era evitable y predecible. Hoy las aguas cubren todavía un 80 % de Nueva Orleans y cientos de personas, la mayoría pobres, murieron y más de un millón debieron abandonar sus hogares sin saber cuándo podrán volver.

Las estimaciones primarias de las perdidas sobrepasan los 20 000 millones de dólares. Pero esos costos no incluyen daños colaterales aún mayores causados por la interrupción del transporte naviero, por camión y vías férreas de productos agrícolas, madereros e industriales desde el Medio Oeste estadounidense, siguiendo el río Mississippi, señala un cable de IPS. Tampoco está contabilizado el costo de la suspensión de actividades de al menos nueve refinerías en el área del Golfo de México, la zona petrolera por antonomasia de este país.

El consecuente aumento de precios cubre gran cantidad de artículos, desde la gasolina -ya en niveles históricos-, hasta el café importado. Un especialista señalaba que lo que hace a Katrina algo único es que tiene el potencial de ocasionar un daño real al flujo de petróleo y de bienes río arriba del Mississippi.

Luego del paso del huracán comienzan otros problemas de mucha mayor envergadura para los pobladores de esas ciudades, expuestos a epidemias y enfermedades gastrointestinales por las inundaciones, falta de fluido eléctrico, escasez de agua potable y la saturación del alcantarillado.

Importantes centros hospitalarios permanecen sin energía eléctrica y pacientes en estado grave no pueden recibir la atención médica necesaria, así como heridos o deshidratados, frutos de la tormenta siguen llegando a las instalaciones sin que nadie pueda socorrerlos.

El monto de los fallecidos y los daños preliminares ocasionados por la tormenta no han podido ser establecidos porque reina el caos en toda la zona, aunque expertos consideran a Katrina como el peor desastre natural de los últimos años en Estados Unidos.

En tanto todas estas dificultades por las que atraviesan los afectados por uno de los huracanes más fuertes de la historia, una amenaza hecha realidad se bate contra el resto del mundo, el precio del crudo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) llegó a su cuarto récord consecutivo al venderse a 61,37 dólares el barril, en los últimos días de la semana precedente, como consecuencia de los estragos en las plataformas petroleras del Golfo de México, mientras que el precio de la gasolina debido a las dificultades con las refinerías y la creciente demanda también se ha disparado.

Según informes de prensa, algunas de las plantas del Golfo de México dañadas por el meteoro han comenzado a trabajar y la mayoría se podrá incorporar a la producción en una o dos semanas. Otras tres que quedaron sumergidas en el agua tardarán varios meses en entrar en funcionamiento.

Ocho unidades con una capacidad total de 1,77 millones de barriles diarios permanecen cerradas, mientras que 12, capaces de producir 2,73 millones no pueden funcionar a plenitud.

Asimismo se conoció que la Comisión Europea quiere plantear la coordinación de las reservas de petróleo en el Continente y analiza la posibilidad de recomendar a los gobiernos de la región que liberen parte de sus reservas estratégicas para enfrentar la crisis.

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