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La isla de las aguas termales

Santa Rita, un balneario de leyenda


Domingo 22 de Agosto de 2004 | 12:00:00 AM 

Autor

Ana Esther Zulueta

En La Fe, a 17 kilómetros de Nueva Gerona, capital de la Isla de la Juventud, dispone Cuba de un paradisíaco sitio que ofrece a sus clientes los beneficios exclusivos de las aguas bicarbonatadas, cálcicas y magnesianas de baja radiactividad del manantial de Santa Rita.

Sus prodigios los avalan cubanos y extranjeros, quienes han visto calmadas allí las dolencias que los aquejaban. Aquí les va un ejemplo de ello.

“Por mucho tiempo estuve condenado a una silla de ruedas, había perdido la sensibilidad en mis piernas”, dice el español Joaquín Suárez Pérez, mientras se rehabilita en ese rincón del municipio especial, al sur de Cuba.

“Nunca podré olvidar -recuerda- aquel 9 de agosto de 1993, cuando volaba en un parapent y la imposibilidad de aterrizar me provocó una lesión severa en la médula ósea.

“Quedé limitado primero a la silla de ruedas y luego a las muletas...; no obstante, siempre tuve la esperanza de volver a andar, aunque los médicos en mi país negaban tal posibilidad”.

Después de siete años de aquel accidente su esperanza estaba cifrada en el balneario antillano, del que tuvo noticias en su visita inicial a la Antilla Mayor.

Realizó su segundo viaje a Cuba acompañado de sus muletas y a los 15 días del tratamiento andaba sin ellas.

Eso lo hizo sentir el hombre más feliz del mundo, y para no dejar lugar a dudas salió de un salto de la pileta y mostró alegre su recuperación.

Cuenta la leyenda que allá por donde la memoria se pierde en el tiempo el cacique Takamena dio muerte a su hijo, de cuyo cadáver brotaron aguas con propiedades curativas, las cuales darían fama a la entonces Isla de Pinos.

El suceso fue noticia en todo el Caribe y por eso el que ahora se llama Santa Rita devino manantial de la Paz, hasta 1880 cuando los peninsulares lo rebautizaron.

En 1776, Alexandre Oliver Esquemeling, médico de corsarios, publicó la historia documentada. En ella hablaba de Siguanea, (uno de los primeros toponímicos de la actual Isla de la Juventud) y describía el momento en que el jefe de la tribu ultimó a Auki Himairo a orillas del río de Santa Fe.

Después de divulgadas esas bondades, otros doctores como Ramón Piña Pezuela (1849), José de la Luz Hernández (1857) y Manuel Negro y Fernández (1875) comentaron de su poder curativo en enfermedades pulmonares, óseas, venéreas, hepáticas, digestivas y epidérmicas, entre otras.

La explotación de los manantiales mineromedicinales, en La Fe, segundo poblado en importancia del municipio especial, posibilitó el establecimiento de líneas de transporte marítimo y aéreo hacia esa ínsula.

“Este centro terapéutico pinero se encuentra abierto al público de lunes a domingo de ocho de la mañana a cuatro de la tarde”, explica Wilse Peña Hijuelo, representante municipal para el desarrollo del termalismo.

El funcionario comenta asimismo que el balneario, inaugurado en noviembre de 1955, ofrecía entonces 12 servicios y era muy demandado, además, por el solarium que poseía.

Agregó que en cinco meses la brigada de arquitectura de la Empresa Constructora Integral No. 4 concluyó este año la nueva instalación, dotada de gimnasios para niños y adultos, además de consultorios para especialistas en nutrición, fisiatras, logopedas y podólogos.

También se aplican allí tratamientos con rayos infrarrojos, electroterapia, diatermia, medicina tradicional, fangoterapia e hidromasaje, complementados con los baños en las piletas o a la sombra del álamo para quienes padecen hipertensión arterial, señaló Peña.

Muchos identifican al ultramarino territorio como la Isla de las aguas termales, quizás una de las riquezas naturales más descollantes de las que se dispone en tales dominios.

Como Joaquín, el paciente hispano que se autodefinió como el hombre más feliz del mundo, muchas personas se benefician con las aguas del manantial de Santa Rita, incluso algunos la prefieren como agua de mesa por sus propiedades digestivas y desde diferentes puntos de la geografía insular llegan hasta su caudal para consumirla. (AIN)

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