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Bajo el influjo del café


Sábado 05 de Febrero de 2011 | 12:00:00 AM 

Autor

Onelia Chaveco

Cuando Jerónimo Mena Gómez abrió los ojos al mundo, lo primero que vio no fue el rostro tierno de la madre ni los ojos orgullosos del padre. Ahí estaba la mata de café que echaría para siempre su suerte de guajiro nacido y criado en el Escambray, precisamente en Crucecitas, a 400 metros sobre el nivel del mar.

Luego fueron los buchitos de este néctar, casi antes que el biberón; el rítmico repique del pilón en las mañanas plenas de rocío; el colador manchado de negro del cual saldría el líquido humeante de los amaneceres y ese aroma inconfundible más allá de las rendijas de la casa.

Mena supo que su destino era ese y se dedicó a aprender todo sobre el café: viveros y siembra, sombreo y recolección, rendimientos, de cómo accionar para obtener el buen grano, y así fue como a los 21 años llegó a la planta de beneficio del municipio montañoso de Cumanayagua, en el central territorio de Cienfuegos, en la cual ha permanecido durante 40 años.

En la meca del café Crystal Montain

En la beneficiadora Eladio Machín, donde se une el café de las tres provincias centrales, Mena tiene la responsabilidad de dirigir todo el proceso acometido por las manos expertas de hombres y mujeres de esa localidad.

"He realizado estudios durante el beneficio, en especial en los rendimientos, para calcular las libras por lata, la productividad en las alturas sobre el nivel del mar, y así ya sabemos los cafetales de mayores utilidades, porque en Cuatro Vientos, Mayarí, el Sopapo, y el Nicho -los de más altura- la lata de café cereza te rinde cinco libras o más", explica.

"Las buenas cosechas están predeterminadas por las lluvias, las atenciones culturales y fertilización. Así decía mi papá quien fue buen cafetalero.

"Los nombres de las marcas de café existieron históricamente. Pero el Crystal Montain surgió en 1985. Es una marca japonesa. La clasificación se hace con la ayuda de las cribas que son los agujeros en los tamices, por donde pasa el grano".

Mena achica los ojos y recuerda los años florecientes de la producción de café en la provincia de Cienfuegos. "Entre 1984 y 1985 tuvo lugar la mayor cosecha con más de 25 500 quintales en el sector estatal, y 30 000 en el campesino.

"Los descensos fueron tan grandes que este año deben entrar al beneficio solamente 2 586 quintales de los cafetales de esta provincia. No obstante, comienza la recuperación del grano, hay más entusiasmo, mejores salarios, las plantaciones muestran rejuvenecimiento.

"Si de algo tenemos que estar conscientes es de la necesidad de lograr mayores producciones y no convertir al café en carga para el Estado, al contrario, debe ser la fuente de ingresos como en años anteriores".

De los orígenes

En el siglo XVIII llegó el café a Cuba traído por Don José Gelabert, quien fundó en el Wajay, en las afueras de La Habana, el primer cafetal de la Isla en 1748, con algunas semillas provenientes de Santo Domingo, República Dominicana.

Varias décadas después se produjo la avalancha de haciendas cafetaleras en la Isla con la llegada de colonos franceses emigrados desde Haití, a consecuencia de la revolución de 1791.

Expertos aseguran que la ubicación geográfica de la Mayor de las Antillas -más alejada del Ecuador y con temperatura media que oscila entre los 23 y 28 grados centígrados- hace posible que en altitudes entre los 350 y 750 metros sobre el nivel del mar se obtengan granos de calidad excepcional.

No es casual que la cultura cubana en la producción del café arábica date de más de 250 años. La sabiduría en el cultivo y cuidado del grano se transmitió de padres a hijos y así de generación en generación, convirtiéndose en tradición familiar.

¿Todos los cubanos toman café?

Aquí el café es parte inseparable de la identidad y cotidianidad de sus gentes, porque en cada hogar cubano el día comienza cuando el aroma de la buena colada se siente en el ambiente y se saborea el "buchito" cotidiano. Solo entonces se enfrentan el nuevo día y sus retos.

"No sé de dónde salió la frase de que todos los negros tomamos café, dice Mena, porque le aseguro que en Cuba lo saborean tanto blancos como mulatos, indios o negros. Lo mismo en coladores, en cafeteras o en máquinas de expreso: la buena taza de café es también costumbre para dar la bienvenida al visitante". (AIN)

Nota de la redacción: La frase forma parte de una popular melodía del siglo pasado, interpredada por Ignacio Villa, Bola de Nieve, que dice: "Ay mamá Inés, ay mamá Inés, todos los negros tomamos café".

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