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Un caso inusual de la ortopedia cubana

Historia del médico mambi Agustín Cruz, participante en la segunda gesta libertadora de Cuba


Sábado 22 de Noviembre de 2008 | 12:00:00 AM 

Autor

Onelia Chaveco Chaveco

Las hazañas del médico mambí Agustín Cruz, natural de Santa Isabel de las Lajas en Cienfuegos, y quien participó en la segunda gesta libertadora de Cuba, son poco conocidas por las nuevas generaciones. Por los vericuetos ocultos de la historia anda este patriota, sin lograr evadir el telón del olvido que sobre él se cerró desde hace muchos años, pero bien merece ser recordado aunque fuera solo por la valentía y sagacidad de instruir a dos barberos para que le amputaran su propia pierna en plena manigua.

Según cuenta el doctor Serafín Espinosa y Ramos, en el libro sobre la guerra de Independencia Al trote y sin estribo, Agustín Cruz, conocido por Tinito, era un joven erguido y alerta cuando terminó el bachillerato, mientras contaba los días para comenzar la universidad y estudiar Medicina, esa profesión que le apasionaba.

Soñaba con tener consulta propia y estar siempre dispuesto, de día o de noche, para atender a la clientela del poblado de Lajas y a todo el que solicitase su asistencia en los ingenios y colonias cercanas, con ello seguramente alcanzaría renombre y buena posición económica.

Pero la guerra necesaria cambió su destino y en lugar de atender enfermos comunes se fue al campo insurrecto a curar las heridas de los servidores de la Patria, y llegó a tanto su entrega que se convirtió en Coronel de Sanidad Militar del Ejército Libertador.

La primera vez que atendió a un mambí fue poco tiempo después de graduarse. Se trataba del Comandante Rafael Artze y Echevarría, un anciano con ímpetu de juventud que había sido herido en un combate y desde hacía más de una semana esperaba los servicios de un médico en el lugar conocido como San Amador, cercano al actual municipio de Rodas.

La pierna del jefe insurrecto ya mostraba los primeros síntomas de la gangrena y para salvarle la vida fue necesario picar esa extremidad por debajo de la rodilla, hecho que demostró el gran dominio de la ciencia médica que poseía el doctor Cruz, pues la operación fue un éxito a pesar de haber sido realizada en circunstancias muy pocos propicias.

La historia de ese patriota mambí incluye su participación en la batalla de Mal Tiempo, en la localidad de Cruces, la cual abrió al contingente invasor las puertas de Occidente En su libro Memoria de un Médico Mambí, cuentan que asistió a los 12 ó 15 heridos del combate de Mal Tiempo, entre quienes se encontraban los tenientes Manuel Piedra y Augusto Feria, ayudantes de los generales Antonio Maceo y Máximo Gómez, respectivamente. Muchos fueron los sucesos relevantes que le ocurrieron en su vida de insurrecto. En una ocasión, cuando servía a las fuerzas de los coroneles Antonio Núñez y Cayito Álvarez, una milagrosa casualidad le salvó la vida.

Se producía un enfrentamiento en la llanura Cinco Palmas, situada entre Mordazo y Manacas, también en territorio de Santa Clara, y en medio del fuego una bala enemiga dirigida hacia él se encontró con el obstáculo de una gruesa libreta de apuntes y una cuchara que siempre llevaba en una cartera cruzada al pecho, lo que impidió que recibiera el impacto mortal. La cuchara sería siempre conservada por su agradecido dueño.

En el libro Pasajes de la Guerra Necesaria el coronel doctor Serafín Espinosa alaba la inteligencia y presteza de Tinito, y reconoce especialmente su sagacidad frente a dos casos de extrema gravedad.

Uno de estos fue el del Comandante Carlos Machado quien había recibido un balazo en la pierna derecha: “Que se la destrozó, saliendo del combate con ella colgando como un trapajo”, explica el texto.

Por la operación quirúrgica y los excelentes cuidados que se le prodigaron en la manigua, el militar salvó su pierna, aunque quedó algo más corta que la otra, por las astillas de huesos que se le extrajeron.

El otro caso no menos complejo estuvo relacionado con la terrible herida facial del teniente Andrés Monteagudo, causada por un machetazo: “Sobre la nariz que descansando sobre los molares del maxilar inferior, le dejó en colgajo todo lo que cortó de la parte superior, sujeto solo por la piel de la cara”.

La gravedad de la herida y la carencia de medicamentos hicieron de este un caso muy difícil, pero aunque el hombre quedó desfigurado, no solo vivió sino que siguió luchando hasta el final.

Por su entrega incondicional a la causa revolucionaria y por la increíble destreza como cirujano que alcanzó durante los años de la guerra, constituye una verdadera ironía del destino lo que le ocurrió a Tinito el 22 de mayo de 1897.

Junto a un pequeño grupo se dirigía a El Mamoncillo, lugar donde su antiguo amigo Alfredo Rego, jefe de la Brigada de Cienfuegos se encontraba herido de gravedad, y necesitaba de su auxilio.

Durante la marcha fueron sorprendidos por una guerrilla española y casi inmediatamente Tinito fue alcanzado por una bala que le destrozó la tibia y el peroné de la pierna izquierda, y también hirió su caballo.

Cuando ya se encontraba en el suelo, el comandante Ramón Carrillo lo rescató de una muerte segura.

Días después, sin contar aún con un médico y con la herida llena de gusanos, se dedicó a enseñar durante largas jornadas a los barberos Serafín López y Arango, y Andrés López Suárez para que le realizaran la intervención. Los instruyó sobre anatomía del miembro afectado y la circulación de la sangre, cómo usar el cloroformo, la observación de la pupila del anestesiado, a tomar el pulso y medir la respiración, las vías para evitar la asfixia y dónde realizar los cortes necesarios. También los capacitó para extraer las esquirlas de hueso, desinfectar a fondo con bicloruro de mercurio, el único disponible y a hacer el enyesado.

Cuando los creyó suficientemente preparados se entregó en sus manos y dos horas después, al superar los efectos de la anestesia, comprobó que todo había salido bien. Sin embargo, como faltaron desinfectante y otros elementos de cura, los gusanos no tardaron en regresar.

Finalmente, muy cerca donde había podido salvar la pierna del Comandante Carlos Machado, el doctor Alberti le cortó la suya, ya próxima a gangrenarse, casi al pie de la cadera.

Fue una muy mala jugada de la vida que él mismo perdiera una pierna por la falta de medicamentos y de que alguien capacitado hubiera hecho por su persona lo que tantas veces él hizo por los demás.

A partir de aquí vinieron tiempos horribles para el doctor Agustín, pues el derrumbe de su ilusión de especializarse como cirujano y las constantes molestias físicas producidas por una herida sin sanar, le marchitaron la existencia.

Entonces recibió un aviso de Máximo Gómez de que sería embarcado hacia Estados Unidos el 6 de julio de 1898 en el vapor la Florida.

En ese país el patriota cubano fue acogido y atendido por los cubanos allí exiliados. En Nueva York se encontró con el comandante Rafael Artze, el primer paciente amputado por el doctor Cruz, con quien ahora compartía igual destino. (AIN)

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