- Como autoridad en temas económicos del orbe, ¿cuáles son sus criterios respecto al real entorno de esta crisis que es de suponer no ha caído en paracaídas?
-Esta crisis de la burbuja financiera del sector inmobiliario en Estados Unidos se puede examinar en dos planos. Uno es atender exclusivamente a la crisis del sector inmobiliario, lo cual tiene un limitado radio de acción y otro es analizarlo como un episodio de un fenómeno mucho más abarcador y complejo que son los profundos desequilibrios del sistema capitalista mundial actual y especialmente de la economía de Estados Unidos.
“En otras palabras, analizarlo como un episodio más de estallido de una burbuja financiera -han detonado muchas a lo largo de la historia- o considerarlo como expresión de profundos desequilibrios y desajustes que nos hace pensar en la posibilidad de una megacrisis. O sea, una gran crisis que evoque la de 1929. Esta es en esencia la que se viene incubando en las entrañas del sistema y que me atrevería a decir están dadas las condiciones para que pueda ocurrir.
“Por supuesto, no pretendo hacer un pronóstico exacto de cómo ni cuándo pueda ocurrir una megacrisis. Podría ser ahora, como consecuencia de esta crisis inmobiliaria al concatenarse una serie de fenómenos; podría posponerse durante un tiempo más…
“Lo importante es no limitarnos al análisis de qué ha pasado en el sector inmobiliario en Estados Unidos, sino ampliar el horizonte de análisis hacia factores de más calado. El estallido de la burbuja inmobiliaria era perfectamente predecible; había sido pronosticado desde años antes por numerosos economistas. Por mi parte, en una intervención en la Asamblea Nacional en diciembre de 2004, expresé que se estaba incubando una crisis en el sector inmobiliario de Estados Unidos”.
-Entonces podría hacer un pronóstico de consecuencias de esta crisis…
-Pronosticar en estos temas es extremadamente difícil y como medida preventiva siempre me viene a la mente la figura de Stanley Fischer, un economista norteamericano que en 1929 era considerado gurú en estos tópicos en Estados Unidos. Era el hombre que hacía los pronósticos que todos escuchaban e influían notablemente sobre las operaciones en bolsa. Este analista, apenas unos días antes de que se derrumbara la bolsa de Nueva York en octubre de 1929 había expresado sus vaticinios publicados en el New York Times acerca del comportamiento de la economía norteamericana en 1930, la que calificó de rosado futuro, y apenas unos días después la bolsa se derrumbó e inmediatamente detonó la crisis más profunda y violenta que haya experimentado la economía capitalista mundial.
-Pero usted dijo que había condiciones en estos momentos para una megacrisis.
-Sí, voy a hablarte sobre ello, partiendo de la crisis del sector inmobiliario que ha servido para corroborar los pronósticos que te comenté, o sea, que se iba a sustituir una burbuja financiera que había explotado en el sector de la informática por otra burbuja financiera que iba a explotar también.
En realidad, la ciencia económica en el gobierno de Bush se ha limitado a combinar un alto gasto militar con bajos impuestos dándole cauce a un déficit fiscal galopante, y a tratar de estimular la economía creando condiciones para que burbujas financieras especulativas se desarrollen, con todo el peligro que estas implican siempre.
“Por cierto, en una conferencia de prensa reciente al abordar el tema de esta crisis financiera, Bush dijo, mostrando su ‘sabiduría económica’, que todo se debía a que los deudores habían firmado hipotecas sobre viviendas sin saber lo que estaban firmando y que todo se podía resolver con un curso de alfabetización en términos financieros a los ciudadanos estadounidenses.
“Entrando en los factores más profundos que funcionan en la economía de Estados Unidos, que es la más desequilibrada y al mismo tiempo es la economía central del sistema, podríamos precisar que ella exhibe una serie de tendencias que hablan acerca de la insostenibilidad de este orden económico internacional actual estructurado en torno a la hegemonía norteamericana y que dice además de la irracionalidad del sistema capitalista.
“En esa economía se han estado produciendo tendencias como la expansión del parasitismo o de la elitización. Eso significa que el ingreso se ha ido concentrando en un sector cada vez más reducido de la población. En 1960 el 1 % de la población concentraba el 8 % del ingreso nacional. Comenzando el siglo XXI ese 1 % controla ya 18 % del ingreso nacional. Sin embargo, esa concentración del ingreso no ha provocado mayores inversiones productivas, sino que ha desembocado en un creciente parasitismo de esa sociedad.
“Estados Unidos se ha convertido en una sociedad donde el endeudamiento alcanza unos niveles sin precedentes. La deuda total en un país, sumando la deuda del gobierno, las empresas y las familias, alcanza la cifra de unos 48 millones de millones de dólares, lo cual es más de tres veces el Producto Interno Bruto de Estados Unidos y más que todo el PIB a nivel mundial. Como verás, los hechos hablan de una economía profundamente endeudada.
“Por otra parte, la inserción en la especulación financiera ha ido creciendo cada vez más. En 1929 apenas para el 5 % de la población norteamericana, sus ingresos tenían relación con el funcionamiento de la economía financiera especulativa. Hoy más del 50 % de esa población, sus ingresos dependen de una u otra forma de ella. Junto a esto se han ido produciendo un conjunto de factores importantes.
“Ha habido, por ejemplo, una reducción de la masa de obreros industriales en Estados Unidos que es un proceso no exclusivo de ese país, pues ha ocurrido por lo general en todos los desarrollados, pero en Norteamérica con más intensidad, y además, una pérdida de lo que pudiéramos llamar la cultura empresarial, que ha afectado la innovación tecnológica, la calidad de la producción, lo cual ha llevado a Estados Unidos a rezagarse en la competencia con respecto a otros países industriales como Alemania, China, Japón, y naciones del sudeste asiático.
“A todo ello hay que sumar de manera muy especial los desequilibrios externos muy profundos de esa economía. Es conocido el enorme déficit comercial que se encuentra en torno a los 800 000 millones de dólares. Ello está expresando, por una parte, el rezago competitivo como te mencioné anteriormente y por otra, la desenfrenada carrera consumista en la cual esa sociedad vive. Un Estado en el cual el consumo se dispara, estimulado por todas las vías, incluido el crédito fácil favorecido por el actual gobierno, el cual no está respaldado por una base productiva interna erosionada y tampoco está protegido por un ahorro personal que contribuya a financiarlo, sino que ese consumo se financia con deudas.
“En cuanto a desequilibrio externo está el enorme déficit comercial y por otra parte el déficit fiscal, que es ya de 400 000 millones de dólares. Recordemos que cuando Bush hijo llegó al gobierno, su antecesor Clinton había logrado eliminar el déficit fiscal y obtener un cierto superávit. El actual presidente revertió esa situación aplicando una política de gasto militar desenfrenado, una política irresponsable de bajos impuestos hacia los sectores empresariales de más altos ingresos y el resultado es el retorno acelerado del déficit fiscal. Se ha llegado a acumular un déficit total que supera con mucho un millón de millones de dólares anual en el funcionamiento externo de la economía de Estados Unidos. Agréguese que desde 1970 Estados Unidos viene cayendo en una espiral de dependencia energética externa, con la reducción de su producción de petróleo y crecientes importaciones de crudo.
“Todo lo que he expresado sucintamente, lleva a configurar la estructura básica de la economía de Estados Unidos, que por una parte funciona aún como el centro militar y monetario del sistema y por otra actúa como una economía parasitaria dentro de él. Una economía con un desequilibrio financiero tan pronunciado que necesita recibir cada 24 horas entre 3 y 4 000 millones de dólares procedentes del exterior para poder financiar sus cuentas, y mantener funcionando esa centrífuga de gasto consumista, de especulación financiera y de endeudamiento en que se han sumido.
“Ello crea una situación profundamente irracional en el funcionamiento del sistema y se refleja directamente en el dólar norteamericano. El dólar sigue fungiendo como la moneda de reserva por excelencia a nivel mundial, pero de manera creciente existe cada vez más desconfianza hacia ella, mayor tendencia a independizarse de sus poderes. La declinación del dólar es igualmente un fenómeno evidente en su tasa de cambio con respecto al euro y otras monedas, por lo que muchos países se están moviendo en dirección a diversificar sus reservas de divisa quitándole hegemonía al dólar.
Si sumas todos los factores, vas a encontrar una situación profundamente irracional en la cual la economía de Estados Unidos es la expresión de un profundísimo desequilibrio, ocupa el lugar central del sistema, su moneda es el centro del sistema financiero y monetario internacional pero su economía ya no es capaz de sostener esas posiciones, requiere de ese financiamiento externo de que hablé que la hace funcionar como una aspiradora, un parásito. Y es, a mi juicio, insostenible esa posición”.
-¿Usted cree que el resto de los países estén dispuestos a seguir manteniendo a una economía parásita, solo porque dispone del dólar?
-Hay un movimiento muy importante que se está produciendo en países como China, en el sentido de diversificar sus reservas monetarias y hacerlas menos dependientes del dólar de manera gradual, cuidando no derribar el valor de sus reservas. Una de las razones de la preeminencia del dólar está dada porque en esa moneda se cotiza fundamentalmente el petróleo en el mercado internacional. Ahora ya hay movimientos hacia la desdolarización del mercado petrolero. Irán, por ejemplo, ha dejado de cotizar su petróleo en dólares y utiliza el euro. Hay otros países petroleros moviéndose en esa dirección.
“Te repito que no puedo precisar exactamente cuándo y cómo exactamente se producirá una megacrisis, lo que sí puedo decirte es que las condiciones están dadas y que este edificio que tiene bases endebles e irracionales no es sostenible indefinidamente”.
-¿Pudiera aparecer un salvavidas en la economía capitalista norteamericana con un cambio de Gobierno, independientemente de la crisis que vienen arrastrando desde los años 30 y que Bush ha puesto en picada?
-Siempre las políticas de un gobierno juegan un papel importante y ejercen influencia. La política de Bush en estos siete años de gobierno ha sido funesta. No obstante, pienso que el problema va mucho más allá de un simple cambio de política. Es un problema sistémico.
“Bush, por supuesto, es un neoconservador fanático y un profundo ignorante en temas de economía y prácticamente en todos. Es más que evidente que ha sido el Presidente más gris y obtuso desde el pasado siglo en Estados Unidos, pero el problema va más allá de las políticas de uno u otro gobierno que son de corto plazo. Es la manera en que se conformó el sistema capitalista mundial en la posguerra, el ordenamiento capitalista, que fue hecho en torno a la economía capitalista, con el dólar como factor central, correspondiendo a las correlaciones de fuerza de aquel momento en 1945.
“El mundo se ha movido mucho de esa fecha acá. Han ocurrido profundos fenómenos. La economía de esa nación, a pesar de los maquillajes que ha recibido en diferentes momentos y que a nivel propagandístico la han hecho aparecer como muy sólida en años recientes, ha ido perdiendo supremacía a tal extremo que de aquella preponderancia de los años 45 que era no solo militar sino económica, financiera, comercial, tecnológica, se ha reducido solo a la militar. Es evidente que el sistema requiere un reajuste.
“Han ido surgiendo también nuevas economías de una gran potencia como el caso de China, que es la más notable y están también la India, Brasil, Indonesia, Corea del Sur, que empiezan a sentirse cada vez más en la economía mundial sin olvidar el peso de la Unión Europea. “La crisis inmobiliaria actual tiene interés en sí misma como expresión de la especulación financiera desenfrenada, que no es más que una huida hacia adelante por parte de la economía norteamericana. Keynes vio estos fenómenos con gran claridad y combatió las burbujas financieras que crean esa ilusión de prosperidad, que avientan negocios de ganancia fácil y rápida pero finalmente conducen a estallidos. En el sector inmobiliario en Estados Unidos comenzó a darse créditos a personas sin solvencia que no tenían respaldo económico, como una muestra de voracidad especulativa y eso contribuyó al crecimiento vertiginoso de los precios de las viviendas en Estados Unidos.
Como en toda burbuja especulativa los precios de las viviendas se triplicaron y cuadruplicaron, las hipotecas fáciles se multiplicaron, los créditos subprime -para insolventes que en condiciones normales no los habrían obtenido- crecieron peligrosamente, pero todo ocurrió en medio de ganancias altísimas y rápidas, y en ese contexto la voracidad especulativa silencia la sensatez elemental. Es la lógica del sistema.
“Por tanto, era previsible que ocurriría un estallido en este sector como sucedió en la informática en 2001, cuando se desplomaron grandes compañías. Hay un fenómeno muy profundo en la economía capitalista, fundamentalmente en la de Estados Unidos, que es la separación enorme entre la economía financiera especulativa y la economía real. Esta última, es la que produce bienes y servicios reales y la primera, es ese mundo de las bolsas, de la compra y venta de títulos de valor.
“En todo el ámbito de la ingeniería financiera que se ha desarrollado en las últimas décadas se ha incentivado la ilusión de que ambas economías son independientes una de otra. En Estados Unidos esa ilusión se ha alimentado con una inmensa euforia especulativa que la vemos a diario en la cotización al alza de las bolsas, en los medios de difusión cuando hablan del buen estado de la economía, de los niveles que alcanzan uno u otro indicador de bolsa. Todo eso está funcionando de una manera que me atrevería a decir es ilusoria.
La economía real es la que decide en última instancia. Es la economía que produce bienes y servicios reales, la que crea los valores. La otra no crea nada, solamente distribuye y redistribuye lo que se creó en la economía productiva”.
-¿Podría pensarse que con crisis como la actual, Estados Unidos perderá su hegemonía económica? ¿Ante esta convulsión financiera se favorecen o se perjudican las economías en el resto del orbe?
-Pienso que se perjudica la economía mundial. Todo este estallido de burbuja financiera en el sector inmobiliario de Estados Unidos significa ruina, pérdida de recursos. Para evitar un desplome de las bolsas se ha estado inyectando liquidez, por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, del Banco Central Europeo, del Banco Central Japonés, en cantidad que ya suman unos 200 000 millones de dólares en operaciones de salvamento. Y cada estallido de burbuja financiera significa grandes sumas de recursos que se volatilizan, que desaparecen.
“Esas son pérdidas cuya causa está en la irracionalidad del propio sistema capitalista que genera estas vicisitudes. Las vicisitudes recesivas no son una anormalidad en el sistema capitalista; son una regularidad de este peculiar sistema en que los períodos de crisis son parte de su existencia. Es como un purgante, que pasado su efecto desagradable restablece el equilibrio. No obstante, la crisis significa destrucción de fuerzas productivas que es el precio de irracionalidad que el sistema obliga a pagar, pero a la vez restablece el equilibrio perdido, por eso el sistema está pidiendo a gritos una gran crisis.
“Llamo la atención sobre el hecho de que no podemos ver las crisis económicas del sistema como las que puedan provocar el derrumbe del capitalismo. El capitalismo no se derrumba por una crisis, porque estas forman parte de su propio ciclo de vida. No habrá derrumbe automático.
“Al capitalismo hay que derrumbarlo y tendrá que ser por acciones políticas, lo cual quiere decir por la acción consciente de los seres humanos, por organización política y por movimientos sociales. Las crisis pueden favorecer condiciones para acciones políticas, porque crea un profundo desequilibrio, exacerba el desempleo y la pobreza, trae la quiebra de empresas, tiene repercusiones muy profundas sobre los países subdesarrollados, o sea, multiplica sus efectos sobre estos países y por tanto puede impulsar acciones políticas. Pero la crisis por sí misma no desploma el capitalismo. Este tema fue motivo de debate a principio del siglo XX entre pensadores marxistas.
Algunos opinaron que el sistema capitalista podría desmoronarse por una megacrisis. La historia ha demostrado que no es así. Te repito, ese sistema no se desploma por sí mismo, hay que derrumbarlo”.