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18 de Mayo  2024 

España se contrae, se contrae…

El Gobierno español prevé realizar este año recortes presupuestarios para reducir el déficit público, mientras quienes manejan las grandes fortunas de la nación europea reúnen 37 700 millones de euros, según reveló la prensa española


Miércoles 04 de Enero de 2012 | 01:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

Salir de una crisis de deuda a través de la contracción es harto difícil, aunque esa es la opción decidida por el Partido Popular (PP) en el poder a través del recorte de gastos y elevando los impuestos para apaciguar a sus prestamistas, públicos y privados, al tiempo de continuar soportando esa suerte de “camisa de fuerza” que resulta hoy pertenecer al euro grupo.

Según analistas, el déficit público de España podría sobrepasar 8 % el año recién concluido, muy superior a lo previsto, reconoció el nuevo ministro de Economía, Luis de Guindos, comparado con el objetivo de 6 % que el anterior Gobierno socialista se había comprometido a cumplir. Como es natural, esta realidad no va a agradar a sus socios europeos y mucho menos a los mercados financieros.

El gobierno de Mariano Rajoy pretende resolver la situación “a lo bestia”, como suelen decir los hijos de la madre patria: reducir el déficit con un presumible aumento de ingresos y un inexorable recorte del gasto público que haga descender el actual dígito a 4,4 %, brutal tijeretazo que sufrirá, como de costumbre, la mayoría de la población española… sin contar que despidió el Año Viejo con récord absoluto en el número de desempleados: 4 442 000 personas.

Por cierto, la cifra de paro es 7,86 % mayor a la de 2010 y la más elevada desde que en 1996 comenzó a medirse este negativo resultado, agravado porque 45 % de los jóvenes españoles no trabajan, lo que constituye la tasa más alta en la Unión Europea.

Pero no nos engañemos: si bien el año 2011 fue el peor de los tres últimos de crisis económica; “paradójicamente” una decena de millonarios del país ibérico incrementaron su patrimonio en 37 700 millones de euros, cantidad mucho mayor que el año anterior, reconoció el periódico español Público.

El diario también reveló que el dueño de la multinacional textil Inditex y de la cadena de tiendas Zara, Amancio Ortega, posee la mayor fortuna en el país, seguido por el presidente del Banco Santander, Emilio Botín.

¡Apretarse el cinto, paisanos!

No dudo de que esta exclamación, si no expresada a viva voz, al menos fue considerada por el derechista gabinete del PP. Tanto más cuando conocemos que el Gobierno presentó unos recortes del gasto y subidas de impuestos por 14 900 millones de euros, previa congelación de los salarios de “algunos funcionarios y nuevas cargas impositivas para los más ricos” (La prensa ibérica se encargará de averiguar si esta última medida se aplicó). De todos modos, cómo y cuánto ayudará esto a reducir la deuda, y las austeras recetas que le sigan, queda por ver.

Los problemas de España son complejos: su deuda pública y privada es, a juicio de los expertos, “demasiado alta y no es demasiado competitiva, tanto globalmente como dentro de la zona euro”, lo que de facto disminuye las posibilidades de equilibrar sus libros mediante un crecimiento de los ingresos.

La situación se embrolla aún más por la errónea estrategia elegida –y extendida casi una década- por el PSOE de fomentar un innecesario desarrollo inmobiliario, y aunque se logró abandonar ese hábito, su sistema bancario es lo suficientemente inestable para no cumplir dicho rol, sofocando de modo extremo a la economía.

Una situación similar la experimentaron, por citar solo tres ejemplos, Tailandia, Islandia o Argentina, y salvo algunas particularidades, el guión discurre de la misma forma: la devaluación y en ocasiones el impago sobrevienen después de una incapacidad de reconocer la realidad. Pero aquí el problema es que España, como miembro de la zona euro, no puede seguir ese patrón, so pena de causar un tsunami económico global, como han estado a punto de “conseguirlo” Grecia, Portugal o Italia.

Pero hay algo que aún resulta peor: España no es competitiva. Los costos laborales probablemente tengan que caer más de 20 % para recuperar la competitividad mundial. Y, de acuerdo con la matemática más simple, el único modo de conseguir eso sin devaluar la moneda es con el aumento de la productividad o la reducción de los salarios.

El primero demanda una inversión en tecnología o en procesos, algo que será muy difícil para las empresas españolas durante el actual bache económico. ¿Qué quedaría, pues? La fórmula más sencilla, y cabe repetir “a lo bestia”: reducir salarios que, a los precios actuales de los alimentos, el combustible y otros productos de primera necesidad, solo contribuirá a que crezcan los indignados.

Nada, que hay muchas astillas que pueden inflamarse en un momento donde lo que más abunda son las chispas.

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