Autor: Raúl Abreu Publicado: 21/06/2021 | 09:31 pm
Cuando el campesino espirituano Alejandro Ramón Marrero Medina escucha que en tal o más cual sitio del país durante la época de sequía se mueren vacas por falta de alimentos, le irrumpe una gran indignación: “No hay ninguna razón para que eso ocurra, comenta; mis animales jamás se han quedado sin comer ni en tiempos de mayor calamidad”.
Ciertamente no exagera este guajiro ingenioso. En su finca Tres Hermanas, asociada a la CCS Obdulio Morales, del municipio espirituano de Taguasco, a la llegada de la primavera “es cuando más hay que trabajar, según su filosofía, si se quiere asegurar la comida de las vacas para cuando vuelva la sequía”.
Con 39 hectáreas, adquiridas en usufructo, recuerda que vino muy joven a este paraje en busca de un terreno con mejor acceso al agua para producir más tabaco, su cultivo fundamental, cuyas áreas rota con ganadería, en su mayoría tanto para producir leche como carne, y además siembra, en menor cuantía, viandas, granos y vegetales, labranza a la que suma la ceba de toros.
Su finca enclavada en la llamada zona tabacalera de Remedios, la más antigua región productora de tabaco de Cuba, que abarca áreas limitadas de las provincias de Sancti Spíritus, Villa Clara y Ciego de Ávila (protegida con Denominación de Origen), Marrero Medina cultiva hojas para tripa y capote, con alto reconocimiento por la calidad de sus entregas.
Pero la mayor satisfacción de este curtido veguero es saber que entre el 80 y 85 % de sus hojas se destinan a la elaboración de tabaco de exportación, logro que según su sabiduría campesina responde a una buena preparación de la tierra y minuciosa asistencia al cultivo. “El tabaco exige trabajo todos los días, razona, y si uno se lo da no tiene por que salir mal”.
Lo escoltan en cada faena el hijo más pequeño Raudel y un cuñado, aunque su esposa Andrea Oliva revela que se levanta a las 4:00 am, “un poco antes que Marrero, para preparar el desayuno y tener listo el tractor porque ahora vivimos en el barrio La Campana, fuera de la finca, pero ya creamos aquí una casa para todo el familión y cuidar mejor animales y cultivos”.
No obstante, durante los picos de cosechas, en la recolección de tomate y en los cortes de las hojas de tabaco, contrata fuerza de trabajo, vecinos del entorno y de Taguasco. En ocasiones ha cosechado hasta 1 100 quintales de tabaco, incluso ganó por sus altos resultados un viaje de estímulo a España.
Tirando del narigón
Hijo de padre y familia de herencia canaria, duchos en vegas de tabaco y otros cultivos, Marrero nació y se crió en plena campiña como afirma con sano orgullo a sus 71 años de edad. Reconoce que heredó la sabiduría que ellos le inculcaron, sobre todo “el amor a la tierra, resalta, que nos devuelve en frutos lo que seamos capaces de plantar y cultivar”.
Recuerda que de niño acudía en la mañana a la escuela y por la tarde se iba a ayudar a su padre, tirando del narigón de la yunta de bueyes entre los surcos de tabaco. Era una finquita muy pequeña, aclara, que tras el triunfo de la Revolución y gracias a la Ley de Reforma Agraria aumentó el contorno.
Por un momento, el dialogo se detiene. Su esposa coloca sobre la mesa, frente a ambos, sendas tazas de café, recién colado, todavía humeante. Tras el último sorbo Marrero se seca los labios con una de sus manos callosa, mientras reflexiona. “Mijo, la agricultura es dura, pero benévola cuando se trabaja; he estado toda la vida dentro de ella, siempre tratando de hacerlo mejor.
“Hoy el sol lo siento más fuerte, el clima es distinto, pero uno tiene que sembrar variedades más resistentes. Me levanto a las cinco de la mañana todos los días de la semana; no importa que sea lunes o domingo, que llueva, relampaguee o truene, porque hay también que ordeñar y sacar la leche, sobre todo pa´ los niños que la esperan en la comunidad”.
El año pasado, según planificación, debía entregar 20 000 litros de leche y surtió 34 000; mientras en el actual va con buen paso a pesar de la fuerte sequía de los primeros tres meses; igual sobrecumple en el envío de frijoles, vegetales y viandas.
Alimenta más de cien animales propios, entre ellos 20 vacas en ordeño y otras 11 en proceso de gestación, aseguradas por tres robustos sementales, porque al decir de Marrero “lo fundamental para la ganadería es contar con buenos toros padres; con ellos se obtiene mejores novillas y vacunos para la ceba. Toda la vida he tratado de lograrlo y hasta ahora me va bien”.
Sostiene con picardía que el más esforzado trabajador de la finca es el viejo tractor que emplean en disímiles labores agrícolas, aunque tienen aquí el apoyo de ocho bueyes para preparar la tierra. El rebaño incluye además bovinos en desarrollo para reemplazar –luego que venda- los 20 toros que ahora ceba, más un grupo de añojas, todos bien alimentados y con suficiente agua proveniente de pozos, como fuente fundamental.
Dice que desde niño aprendió sobre tabaco, “pero la ganadería he tenido que sufrir y conocerla poco a poco, no así con los demás cultivos, frijoles, maíz y otros. Una hectárea de tomate me dio hace poco 500 quintales, los cuales suministré a la industria de Sancti Spíritus, porque de lo que produzco sólo una pequeña parte va a mi autoconsumo; todo lo demás se lo vendo al Estado.
“Esa trayectoria, recalca, la traigo desde que triunfó la Revolución; la he mantenido y seguirá así mientras viva, porque el Estado es el mejor destino de nuestras producciones campesinas; ellos las distribuye y sabe donde hacen más falta, y siempre he tratado de no quedar mal. Ese es el librito que sigo en mi vida”, aseveró.
Un guajiro feliz
Sus plantaciones se benefician con el regadío. “Todos mis cultivos, comentó, cuando le hace falta agua, se la echamos; eso nos ayuda a lograr buenos resultados. Por ejemplo, en enero último, en medio de la fuerte sequía, entregué 95 quintales de maíz en grano y ya tengo otras cinco hectáreas que sembré cuando cayó el primer aguacerito”
Marrero se considera un guajiro feliz, “porque tengo muchas amistades y confiesa que su mayor satisfacción es “echar un vistazo para los cultivos, y verlos como hay que tenerlos, siempre en forma; también mirar hacia la vaquería y saber que todo está bien.
“No tengo muertes de vacunos desde hace tiempo, reitera, porque dispongo de un área de forraje que me permite alimentar el ganado en época de sequía al mismo nivel que en primavera y mantener igual producción de leche todo el año”.
Marrero alabó la ayuda que recibe de la Agricultura para producir más, con mejoría en los precios y pago en tiempo, aunque el año pasado, recuerda, hubo trabas con el acopio y traslado del tomate por saturación de la industria, “pero yo salí bien y este año todo va perfecto”, afirma.
Tales razones hacen que la finca Tres Hermanas esté propuesta como Referencia Nacional de la Agricultura Suburbana. Según Aidel Carbonell Rodríguez, especialista de la empresa agropecuaria de Taguasco, “por contar con todas las variedades para sustentar el ganado; posee semillas para cultivar plantas de alimento animal y cuenta con área agroecológica”.
El funcionario significó que Marrero es un productor integral “altamente considerado por su consagración al trabajo, que no tiene miedo para asumir cuantos retos y reclamos le haga la Agricultura”, concluyó el directivo.