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Alimentos transgénicos, ¿solución al hambre o enemigo silencioso?

Reserva mediática, ausencia de un debate a nivel social y conducta de posiciones antagónicas por parte de científicos y gobiernos


Jueves 11 de Febrero de 2016 | 01:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

Con el "humanitario" propósito de erradicar el hambre que asola al planeta, décadas atrás varias empresas productoras de semillas se propusieron controlar la cadena agroalimentaria para producir alimentos transgénicos, sobresaliendo entre esas los emporios Monsanto, Dupont y Syngenta.

Dicho así parece que, en verdad, se trata de un humanitario empeño. Pero, ¿qué son los alimentos transgénicos, cuáles son sus impactos en la salud humana y qué dilemas éticos genera al mismo tiempo esta tecnología? Los transgénicos se consideran nuevos organismos que coexisten con el resto de los seres vivos, pero su forma de obtención ha suscitado también numerosas preocupaciones en cuanto a su interacción con el entorno.

De acuerdo con el doctor Merardo Pujol, del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), "las plantas modificadas genéticamente son más propensas a ser resistentes a la sequía, la salinidad y son más eficientes en el uso del agua". Los transgénicos son organismos a los que les ha sido modificada su información genética en laboratorios, para conferirles características específicas. En el caso de las plantas el propósito es conseguir una mayor resistencia a plagas y enfermedades.

Para la obtención de esta simiente se aísla el gen adecuado en aras de dotarlo con mayor resistencia a herbicidas, virus, bacterias y hongos. El mismo se introduce en el tejido de la planta, ya sea directamente o mediante el uso de una bacteria. Con ese tejido que contiene ese gen resistente se diseña una nueva planta. Una vez en el terreno, ésta se analiza para confirmar la presencia del gen de interés y de las características de la planta que le dio origen.

El también investigador cubano Manuel Álvarez Gil revela que 73 % de nuestra población desconoce hasta lo más fundamental sobre los alimentos modificados genéticamente, en parte porque se trata de un asunto de relativa novedad.

Entre las preocupaciones clave en torno a la introducción de alimentos transgénicos en Cuba sobresalen los posibles impactos para la salud humana, pues la bibliografía incluye tanto estudios que muestran efectos nocivos como otros que los desmienten; sin embargo, para el doctor Pujol "no ha habido ninguna conclusión importante ni categórica que determine algún problema de los transgénicos para la salud de las plantas y de los animales, pero todavía habría mucho que investigar y estas son investigaciones que hay que realizar tras diferentes generaciones y con efecto acumulado".

Mientras, el destacado agroecólogo cubano doctor Fernando Funes-Monzote, considera que "en lo que respecta al diseño y gestión de sistemas de agricultura sostenible desde una perspectiva agroecológica existen preocupaciones sobre el desplazamiento de campesinos de sus tierras, los desequilibrios ambientales y los problemas de salud en los seres humanos que pudieran derivarse de la introducción de una tecnología como la transgénesis".

En busca de la verdad

Recuerda el doctor Funes que en 2008 comenzó en Cuba el cultivo de maíz transgénico, lo que desató un fuerte debate en la comunidad científica sobre los aspectos éticos, económicos y biológicos. Al respecto, abunda su homólogo Emilio Delgado Iznaga: "Hay que tener en cuenta los riesgos para la biosfera, lo impredecible de algunos fenómenos, o bien la heterogeneidad de la sociedad cubana. ¿Cuál es la recepción social que se tiene de una tecnología en diversos estratos de la sociedad? Todos estos son factores que debieran tomarse en consideración para tener un uso del conocimiento que aporta esta tecnología bajo un control social".

Los especialistas del CIGB apoyan la combinación de diferentes tecnologías en la agricultura. Sobre este enfoque, el doctor Pujol explica:  "hay cultivos que tienen solución con transgénicos, otros no. Para el problema de la palomilla y las malas hierbas, por ejemplo, los transgénicos aportan soluciones importantes. No la única solución, ni tampoco pienso que la existencia de los transgénicos implique sustituir otros tipos de agricultura".

Ante tamaña variedad de juicios, diversos organismos regulatorios cubanos le siguen la pista permanentemente a todo lo relacionado con los métodos en cuestión para analizar de forma cabal su seguridad ambiental, alimentaria y agrícola, entre los que figuran el Centro Nacional de Seguridad Biológica, el Instituto de Nutrición e Higiene de los Alimentos y el Instituto de Higiene, Epidemiología y Microbiología.

Delgado Iznaga razona que en el ámbito cubano, "hay seriedad en la investigación científica, hay calidad académica en el proceso, hay confiabilidad en la participación de un conjunto de instituciones. Esas son ventajas porque la tecnología está al servicio de la sociedad, no es como en otras donde se producen conflictos económicos y sociales relacionados con el uso de esta tecnología".

Sin embargo, como sucede a nivel mundial, la polémica sobre los transgénicos, deviene también realidad en la Isla. Desde la óptica agroecológica prevalece la optimización del proceso productivo, en consonancia con Funes-Monzote, quien afirma que, en el contexto cubano, "la agricultura orgánica puede garantizar alimentos inocuos para todos, y por eso creo que el problema estriba no tanto en la producción de alimentos en general, sino en su comercialización, en el almacenamiento, en la larga cadena que va desde la semilla hasta el consumidor".

Por su parte, Delgado admite que "la cuestión sería no tanto preguntarnos si esta es una tecnología que debiera ser prohibida o permitida, sino preguntarnos, como sociedad cívica, de qué manera podemos informarnos mejor y trabajar colectivamente para habilitar este conocimiento".

La postura cubana es transparente. Los diversos puntos de vista sobre los alimentos modificados genéticamente, tanto en el contexto nacional como internacional, demuestran que aún se trata de una realidad en construcción, aunque las autoridades de la Isla aseguran que, por ahora, no hay planes de fomentar el controvertido uso de semillas transgénicas, pese a sus posibilidades de incrementar la producción agrícola.

Allende la Isla

Algo muy diferente ocurre en varias partes del mundo, donde con frecuencia los cintillos de algunos medios de prensa advierten: "Alimentos transgénicos, el genocidio de nuestro tiempo", "¿La solución al hambre en el mundo o un riesgo rentable?", "Alimentos Transgénicos vs. Alimentos Orgánicos y "Crece cultivo de transgénicos en el mundo", entre otros.

En este contexto, la transnacional Monsanto -fundada en 1901-, acapara los peores epítetos por comercializar 90 % de los productos genéticamente modificados, lo que la convierte en líder a nivel mundial. Si usted consulta su página web, leerá que se declara "una empresa agrícola que tiene como objetivo ayudar a los agricultores a producir alimentos sanos y sin contaminación"… Empero, durante buena parte del pasado siglo su slogan era muy diferente: "Creamos una química que hace maravillas", y no estaba lejos de la verdad.

Tras el ataque de Estados Unidos al territorio vietnamita, la multinacional suministró a la fuerza aérea de esa nación el arma química conocida como "agente naranja", un herbicida defoliante. Cientos de miles de hectáreas de bosques fueron destruidos, pero lo más canallesco fue que unos dos millones de vietnamitas sufrieron el efecto de esas sustancias con deformaciones craneales, caída de cabello y de dientes y otras anomalías. Incluso hoy en las zonas de Vietnam donde se emplearon dichas armas químicas se observa el mayor nivel de irregularidades genéticas y una absoluta esterilidad de las tierras.

Un testimonio abrumador

El mundo según Monsanto, es un documental francés de 2008 de Marie Monique Robin sobre la multinacional Monsanto Chemicals, su historia y sus productos comerciales, como por ejemplo el PCB, los OGM, el Agente Naranja, la Hormona bovina o Somatotropina bovina, y su popular Roundup (Glifosato).

La cinta tiene una duración de 108 minutos, y examina minuciosamente los productos creados y comercializados por Monsanto, así como sus consecuencias sobre el medio ambiente y la salud, pero en particular enfatiza la toxicidad del herbicida Roundup (glifosato) producido por el consorcio, que al ser lanzado al mercado se presentó como "respetuoso del medio ambiente".

En enero de 2007, un tribunal de Lyon, Francia, condenó a la sociedad Monsanto por publicidad engañosa relacionada con el "respetuoso del medio ambiente" Roundup, al calificarlo como biodegradable. Con anterioridad, la multinacional había recibido una sanción similar en Estados Unidos por semejante artimaña. Para que se tenga una idea de tan "respetuoso" producto, basta una gota para perjudicar al proceso de división celular. En concreto, para utilizar el herbicida sin riesgo, se necesita además de portar un traje y una máscara, asegurarse de que no haya personas en un radio de… ¡500 metros!

Científicos entrevistados por Marie Monique Robin le confesaron haber sido incitados por sus supervisores a no comunicar los resultados de la investigación, en aras de no comprometer el desarrollo de los OGM's.

Asombrosamente Dan Glickman, quien fuera secretario de agricultura del ex presidente William Clinton, admite en el filme que "con toda franqueza, pienso que deberíamos haber hecho más pruebas, pero las empresas agroindustriales no quisieron, porque habían hecho enormes inversiones para desarrollar sus productos. Y, como responsable del servicio de reglamentación del Ministerio de Agricultura, sufrí muchas presiones para, digamos, no ser demasiado exigente…".

A confesión de partes, relevo de pruebas.

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