La Unidad Empresarial de Base Acuisla, de la Isla de la Juventud, perteneciente al Ministerio de la Industria Pesquera, se precia de sus resultados en todos sus renglones productivos, entre los que sobresale, por su importancia social, la acuicultura. En unas 70 hectáreas de estanques destinados a la cría y la ceba, produjeron este año unas 380 toneladas de pescado, de especies no endémicas -procedentes casi todas de países asiáticos-, que deben ser criadas artificialmente, pues resultan incapaces de reproducirse por sí mismas en nuestro clima. Las especies que producen son carpa china, amura, tenca, dos variedades -roja y negra- de tilapia y la claria. EL PROBLEMA OCEANICO Parecería irónico que una pequeña isla, rodeada de mar por todas partes, tenga que recurrir a la siembra de peces en depósitos de agua dulce para procurarse alimento. ¿No está la comida apenas al alcance de la mano? La paradoja reside en que, hace apenas un siglo, el mar parecía capaz de absorber todos nuestros desechos y de proporcionarnos el alimento necesario para subsistir, pero en la medida en que la población mundial creció, el equilibrio planetario se vio seriamente amenazado con la extinción de sus especies más preciadas. Esta situación agredió significativamente a la biomasa marina y, pese a que los productos del mar, en efecto, proveyeron durante milenios a los pueblos del planeta de una barata, nutritiva y sabrosa fuente de proteínas, el panorama de finales del siglo XX resultó desalentador. Según un informe rendido por la FAO en 1989, la flota marítima mundial alcanzaba las 9 000 embarcaciones, cifra que creció desde entonces, y durante diez años, a una tasa de 5 % anual. Pese a ello, durante esa misma década las cifras de capturas permanecieron inalteradas, señal inequívoca de que Poseidón, el dios griego del mar, nos enviaba señales de su impotencia. Si a lo anterior se añade que a fines de los años 70 se adoptaron acuerdos internacionales que establecían 200 millas de zona pesquera exclusiva, lo cual impidió a muchos países capturar en los caladeros donde se encontraban las enormes manchas de especies comestibles, muchas naciones, poco favorecidas por su geografía y su economía, vieron reducidos sus recursos de pesca a las capacidades de abastecimiento de su propio entorno, lo cual en muchos casos resultó en un deterioro considerable de sus capturas. Algo que sucede con Cuba puede servir de ejemplo: una hora de pesca en zonas frías, cercanas a los polos -donde se encuentran las mayores zonas de captura, y a donde ahora nos es casi imposible llegar por los acuerdos antes mencionados-, puede producir diez toneladas de pescado de, a lo sumo, tres especies, todas comercializables, mientras que el mismo tiempo de pesca en las costas de Cuba proporcionará tan solo 200 libras de unas 50 especies, lo cual hace del laboreo pesquero en sus costas algo económicamente insostenible e incapaz de resolver las necesidades de toda la población. Situaciones semejantes viven diversos países del planeta, de suerte que si la humanidad en su conjunto se propone mantener -no ya incrementar- el per cápita de sus capturas anuales, la solución no está en continuar la explotación de los mares hasta su agotamiento total, sino en “sembrar”, con especies rentables y atractivas al paladar, todas las reservas de agua dulce, como lagos, lagunas, ríos y presas, única forma de disponer de un tesoro alimenticio sostenible. UNA LANZA POR POSEIDON Puesto que los mares se agotan, la acuicultura ha salido a romper una lanza por Poseidón, con el fin de ayudar en esta cruzada por la alimentación del género humano. La empresa Acuisla, en particular, se ha propuesto suministrar eficazmente esta fuente de proteínas a los 87 000 pobladores del territorio pinero, con su plan de llenar de especies comestibles 3 280 hectáreas (ha) del total de embalses existentes en su geografía. Para ello produjo este año cuatro millones de larvas de tilapia y una cifra igual de carpa -en unas 20 ha de estanques destinados a la reproducción-, cifras nada despreciables y que han contribuido a ampliar la oferta a la población. Especial atención merece la claria, un manjar exquisito cuya carne, de excelente textura y sabor, alcanza elevados precios en mercados internacionales. Acuisla cuenta con 50 ha de estanques para la ceba de esta especie -de la cual han producido este año dos millones de alevines, unas 70 toneladas- pues, dada su agresividad, no puede convivir con otras especies acuícolas. La carne de la tenca, por su parte, no es muy apreciada, debido a que su aroma y sabor son demasiado grasiento. Por eso, recibe un tratamiento que la convierte en materia prima ideal para la elaboración de croquetas criollas, muy bien recibidas por la población. Por su laboriosidad y cuidados, sus resultados productivos y la excelencia de los productos ofertados -no solo los procedentes de la acuicultura-, la empresa Acuisla se ha hecho merecedora de cuantiosos reconocimientos, y ha sido sede de numerosos actos nacionales del sector.








