Jueves
25 de Abril  2024 

La justa medida del PIB

La efectividad del Producto Interno Bruto para medir el real crecimiento de los países no solo en términos materiales, sino del bienestar y la calidad de vida de la población, constituye motivo de preocupación para muchas personas y entidades


Domingo 03 de Febrero de 2008 | 12:00:00 AM 

Autor

Un cuestionamiento recorre hoy los círculos académicos, las salas plenarias de cientos de eventos y foros sociales y económicos, las más excelsas universidades y los sitios Web de reconocidas cadenas radiales y televisivas, rotativos y medios de prensa en el mundo: la efectividad del Producto Interno Bruto (PIB) para medir el real crecimiento de los países no solo en términos materiales, sino del bienestar y la calidad de vida de la población, preocupación que muy bien logró sintetizar el Premio Nobel Joseph Stiglitz al impugnar los métodos empleados hasta la fecha.

“Los instrumentos de medida del crecimiento solo compensan a los gobiernos que aumentan la producción material y no el bienestar”, lamentó el economista estadounidense, profesor en la Universidad de Columbia, en Nueva York, quien presidirá una comisión para estudiar el asunto, según una reciente petición del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy.

Para Stiglitz, en efecto, el debate es mundial y se ha tornado particularmente urgente debido a los problemas causados por el calentamiento del planeta lo cual -dijo- nos obliga a repensar las cosas, ya que la tradicional medición del PIB no toma en cuenta la degradación del medio ambiente, ni la desaparición de los recursos naturales, precisó.

Pero en Cuba, donde existe una economía que precisamente tiene su mayor crecimiento en el aspecto social, no resulta nueva esa preocupación sobre el PIB y su reflejo inadecuado del grado de bienestar, al subvalorarse los servicios públicos, no mercantiles.

Ese indicador, que convencionalmente se emplea en el cálculo del desempeño económico nacional, el PIB, en la mayor de las Antillas ya hoy se aproxima más a una certera comprobación integral del acontecer del país, gracias al uso de un método eficaz, reconocido por expertos internacionales en el tema.

En la isla caribeña resulta una novedad en la esfera de las aplicaciones económicas, con resultados validados, la actual medición del PIB, la cual tiene sus fundamentos en el registro contable de las actividades y hechos económicos que configuran el Sistema de Cuentas Nacionales (SCN), o de contabilidad nacional, cuyos cómputos se elaboran sobre la base de una metodología común para todos los países, aprobados por la ONU.

Dicha medición es controvertida en sentido general, por lo que los correspondientes medidores responden, de un modo u otro, a las particularidades estructurales, institucionales y sociales del país en cuestión, es decir, a la naturaleza de sus relaciones, tanto de producción como tecnológicas.

Como punto de partida es necesario puntualizar que, por su propia naturaleza, los indicadores o resultados derivados de los mencionados registros no constituyen, de por sí, una medida del bienestar.

Por lo demás, los instrumentos tradicionales de medición no toman en cuenta la acción desfavorable sobre el medio ambiente, ni la desaparición de los recursos naturales, algo tan importante en el mundo actual.

Muchos especialistas consideran que dichos medidores no constituyen un buen instrumento de valoración, puesto que no computan adecuadamente los cambios que afectan el bienestar en su sentido más amplio y, consecuentemente, no hacen posible el compararlo, de forma consistente, entre los diferentes países. De tal manera, cuando en ocasiones se plantea el maximizar indicadores de tal tipo, se podría estar tratando de maximizar algo inadecuado y hasta contraproducente.

En cuanto a la medición propiamente dicha, en el sistema referido lo esencial es computar el flujo financiero que se crea por las distintas esferas productoras de bienes y servicios y cómo se asignan entre las distintas actividades económicas, lo cual está definido sobre la base de los resultados económicos finales, excluyendo por tanto aquellos flujos correspondientes a ciclos o procesos anteriores. En fin, lo fundamental en tales mediciones es determinar el flujo financiero neto.

CADA OPERACIÓN, UNA CONTRAPARTIDA

Atendiendo al criterio de partida doble, utilizado por todo sistema contable, cada operación o transacción debe tener una contrapartida, por lo que se define el principio de que lo que representa un ingreso (creación de valor) para un sector o esfera, o un individuo en particular, para otro constituye un gasto (utilización), en un típico modelo de flujo circular del ingreso.

En este contexto, el indicador más utilizado para medir la producción interna de los países es el Producto Interno Bruto (PIB), que por su creación se define como el nuevo valor, valor agregado bruto, que generan las distintas actividades económicas, dentro de los límites geográficos de una economía, e independientemente de la nacionalidad del productor, en un período específico de tiempo, por lo general, en un año, a partir de los correspondientes factores productivos, y financieros.

El mismo, no es más que el valor de venta de los bienes y servicios producidos descontado el monto de los gastos por concepto del consumo intermedio e incluyendo los impuestos sobre productos y sobre importaciones (netos de subsidios).

De forma sintética, este se describe, por su creación, como la suma de la remuneración de trabajadores (salarios), del consumo de capital fijo (amortización) y del excedente neto de operaciones (ganancia), más los impuestos indirectos, o bien, como el valor de la producción total menos el consumo material, que en tanto por su utilización se especifica por el destino de los valores creados, como el consumo final (hogares y gobierno), la inversión o formación bruta de capital, la variación de existencias y las exportaciones, descontando las importaciones, puesto que estas constituyen valores no producidos internamente y si aparecen registradas en el monto de cada uno de los destinos.

Es decir, las mediciones se realizan a partir de las transacciones económicas que se llevan a cabo entre los distintos agentes económicos. Según el tipo de transacción, estas pueden clasificarse como de mercado y no de mercado.

Las primeras son aquellas en las que media el pago de la producción o servicio, en tanto las segundas, o no mercantiles, se asocian con las que no media ningún tipo de pago por parte de los usuarios o consumidores, o se realizan a un precio no significativo en relación con el precio de mercado.

Así, según el tipo de transacción, es decir, sean realizados a precios de mercado y pagados por los consumidores o de forma pública mediante el gobierno, se verificarán diferencias en cuanto a la valoración final para bienes y servicios equivalentes, ya que en este último caso no se le imputaría el excedente o ganancia, como cuando es de mercado. La importancia de tales diferencias, dependerá de la proporción del consumo de tales bienes y servicios según el tipo de transacción.

En muchos países, se verifica la coexistencia de ambos tipos de transacciones, principalmente en los servicios sociales, esencialmente de educación y salud. La proporción entre la parte pagada y la brindada vía gubernamental varía de nación a nación pero, en muchos casos, el servicio es prestado por instituciones con fines de lucro y financiada por el gobierno, lo cual tiende a minimizar las diferencias antes referidas.

EL PIB EN CUBA: IGUAL PERO DIFERENTE

En Cuba el caso es diferente por distintas razones. En primer lugar, tales servicios son prestados en su totalidad de forma no pagada y, además, tienen carácter universal, lo cual no suele ocurrir en otras naciones, por lo que las subvaloraciones que se derivan son relevantes a los efectos de la medición, puesto que en ningún caso se estaría registrando un excedente económico o ganancia.

Por ser dichas actividades no de mercado, se excluye el que generen excedentes económicos, pero también resulta evidente que en la economía, como sistema, se están creando los excedentes, lo cual posibilita el que se puedan ofrecer dichos servicios sin que medie pago alguno.

Tomando en cuenta tales razonamientos, y el hecho de que una parte no despreciable de la riqueza creada por la economía nacional no quedaba contabilizada o registrada adecuadamente, desde 2002 se comenzó a trabajar en la búsqueda de las mejores alternativas de solución, con el objetivo principal, de minimizar las diferencias derivadas de la concepción cubana en cuanto a que los servicios sociales no constituyen una mercancía y que deben ser prestados sin fines de lucro.

Los trabajos realizados, de gran amplitud, detalle y complejidad, permitieron establecer tarifas para la revaloración de dichos servicios, mediante las cuales indirectamente se les imputa un determinado excedente. En la elaboración de dichas tarifas se profundizó en la naturaleza de cada servicio en particular y de las peculiaridades y diferencias para el área geográfica cercana, así como de las distintas instituciones, que sin fines de lucro, brindan el servicio dado.

Mediante este procedimiento se trata, ante todo, de compensar en cierta medida el sesgo de subvaloraciones ya referido, en cuanto a la creación de valores en esta esfera económica. Así, a partir de 2005 se procede a un recálculo de los servicios mencionados y a registrarlos en las estadísticas oficiales del país, tomando como punto de partida, para su valoración, el sistema de tarifas antes referido.

Como es lógico, ello ha significado en el orden cuantitativo una modificación en los valores registrados del PIB pero no representa un cambio sustancial en cuanto a las dinámicas de crecimiento económico para el país.

En otras palabras, las modificaciones introducidas no se encaminan a la manipulación de los ritmos de crecimiento, como se ha planteado en determinados medios con propósitos tendenciosos, sino que están dirigidas tan solo a establecer y definir una base más a tono con los patrones internacionales y con las propias particularidades nacionales, a los efectos de las comparaciones.

Conceptualmente, la aplicación de este procedimiento generaría un desequilibrio en los flujos financieros puesto que, por el lado de la creación, se estarían incrementando los ingresos, al imputarle a dichas actividades un excedente económico sin contrapartida por el lado de los gastos, o utilización.

Pero tal y como se ha implementado, el Presupuesto asume el gasto por el valor de estos servicios, estimados acorde con la tarifa, por lo que se registra como gasto de gobierno, equilibrando nuevamente los flujos.

No se trata de la aplicación de una nueva metodología o de la transgresión de lo establecido por el Sistema de Cuentas Nacio-nales, sino de una adecuación de los procedimientos convencionales a la realidad nacional.

Ello ha sido reconocido por la CEPAL, en un proceso de clarificación y discusión pormenorizada acerca de los principios y procedimientos aplicados en el caso cubano.

No obstante, como fuera expresado inicialmente, este tipo de indicador resulta insuficiente en el ámbito de las comparaciones internacionales.

En este entorno, el organismo competente, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), utiliza el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que además de tomar en cuenta el factor económico, el PIB per cápita, incluye otros dos componentes del bienestar de la sociedad: la educación y la salud, a partir de una ponderación determinada.

En lo relacionado con el componente que nos interesa, el PIB calculado mediante el sistema de contabilidad nacional resulta ina-decuado para tales fines. Los precios utilizados convencionalmente para valorar los bienes y servicios, al igual que las tasas de cambio que hay que aplicar para llevar los resultados a una moneda de referencia única, son precios nominales, que en su sentido más amplio reflejan más situaciones coyunturales y de mercado que los hechos económicos reales.

Visto de tal forma, lo fundamental es establecer el poder adquisitivo del ingreso generado, su capacidad real de absorción o Paridad de Poder Adquisitivo (PPA), factible de medir por el poder de compra relativo de las diferentes monedas sobre un conjunto de bienes y servicios equivalentes y representativo de la estructura de consumo del país en cuestión, como hecho económico real, independientemente de los ingresos nominales.

A partir de esa visión del PNUD, en el último informe de dicho organismo, correspondiente a 2006 y con datos relativos a 2004, Cuba se ubica entre los países de más alto desarrollo humano. Y obtiene dicha posición con un PIB, en términos de la PPA, relativamente inferior a los que se encuentran en su entorno. Ello evidencia cierta ventaja en los restantes componentes del IDH, como se puede apreciar en la tabla.

* El autor es especialista del Instituto Nacional de Investigaciones de la Economía (INIE)

Comparte esta noticia