Jueves
28 de Marzo  2024 

Tampoco la COP21 cogió el toro por los cuernos

En París, China se comprometió a disminuir 60 % la emisión de gases contaminantes a la atmósfera para 2020, muestra de que su gobierno asume con entera responsabilidad la salvación del planeta


Viernes 11 de Diciembre de 2015 | 01:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

Para muchos, la cita de París fue la última oportunidad donde las 196 naciones reunidas en la Ciudad Luz, debían adoptar un acuerdo definitivo tomando en cuenta que 2º C está considerado el límite de un calentamiento global altamente peligroso.

Dicha cifra había sido negociada en 2011 para ser cumplimentada en este 2015, sobre la base de que desde la Revolución Industrial desarrollada en Inglaterra a finales del siglo XVIII, los niveles de CO2 habían subido 30 %, el hielo del Ártico retrocedido 4 % y que nueve de los 10 años más cálidos habían ocurrido a partir de esta nueva centuria.

Una dependencia peligrosa

¿Se ha preguntado alguna vez que casi todo lo que percibimos, tocamos o sentimos ha sido cultivado, construido y transportado mediante la energía proveniente de combustibles fósiles? Estos devinieron, ilimitada utilidad para el desarrollo de la humanidad, permitieron la industrialización, el desarrollo y la liberación de millones de seres humanos de la pobreza, pero ¿a qué costo? Al costo de una dependencia peligrosa…

Desde hace mucho tiempo está bien documentado que el dióxido de carbono generado tiene un efecto invernadero, o sea, atrapa el calor en la superficie del planeta. Según los científicos, resulta impredecible (pero también nada halagüeño) el impacto que podrá tener en el clima el hecho de que las temperaturas llegasen a superar la cota de 2º C por encima del nivel en que estaban entre 1850 y 1899.

Recordemos que en los años 80, los científicos descubrieron el agujero en la capa de ozono y mediante el acuerdo de Montreal, Canadá -concertado en 1987 y que entró en vigor el 1º de enero de 1989-, aplicar las medidas necesarias para atajar el problema. De inmediato, el mundo echó a un lado los destructivos gases que causaron el problema y en la actualidad el agujero ha disminuido de modo considerable, aunque aún pende cual espada de Damocles

La diferencia que debería haber estampado la Cumbre debió haber sido potencialmente enorme, pues el cambio climático requiere un método similar, pero a una escala mucho mayor. Sin embargo, los cabildeos propios de este tipo de evento y sus respectivas negociaciones, provocó, como en las 20 ediciones precedentes, la adopción solo de un “acuerdo de compromiso”, donde también desempeñó un rol preponderante el tema de quienes asumirían el coste de la transición a las energías renovables para los países que no se lo pueden permitir. Como es natural, nada concluyente.

Revisión en 2024 será demasiado tarde

Durante una conferencia de prensa en Le Bourget, Nicolás Hulot, portavoz de la Fundación por la Naturaleza -una de las principales ONG francesas presente en la cumbre-, calificó de "ambicioso" el objetivo de limitar el calentamiento a 1,5 grados, pero lamentó que el acuerdo no contenga los medios necesarios para lograrlo. "Es poco coherente", aseguró.

Dos aspectos activaron las alarmas de los observadores ambientalistas en el acuerdo final: la neutralidad climática y las fechas de revisión de los compromisos de los Estados en la lucha contra el cambio climático. De un lado, los ambientalistas criticaron que se haya sustraído del pacto el compromiso de la denominada “descarbonización”, en aras de lograr un planeta con cero emisiones de carbono por la acción humana después de 2050.

En su lugar el documento apela al concepto de "neutralidad climática", a partir de las emisiones netas globales de CO2 y confiando la disminución de las mismas no precisamente a dejar de usar combustibles fósiles, sino a invertir en “sumideros de CO2 y en la geoingeniería”.

Por otra parte, tampoco aprueban los plazos que se habrían dispuesto para la revisión del acuerdo parisino. El oficio establece para 2017/2018 una conferencia para lo que llaman "diálogo facilitador", término que a juicio de las ONG resulta poco clarificador, transfiriendo la legítima primera revisión para 2024, fecha que para muchos resulta demasiado tarde.

"El acuerdo, donde todo resulta ambiguo, incluso las menciones al calentamiento –argumenta Alejandro González, coordinador de Amigos de la Tierra-, no contiene apenas herramientas, salvo las financieras, y aún así siguen siendo insuficientes: una hoja de ruta para seguir transfiriendo a cuentagotas pequeñas cantidades de dinero a los países más vulnerables. El texto tampoco contiene una visión a largo plazo ni en la reducción de emisiones ni en la financiación. Lo que llevamos viendo estos días es la continuidad de la improvisación dentro la financiación climática", puntualiza González.

Para Javier Andaluz, responsable de Clima de Ecologistas en Acción, "cada vez es más claro que el acuerdo alcanzado, apuntala el titulado ´capitalismo verde´, que neutraliza el desarrollo de un modelo capaz de frenar cabalmente el cambio climático". De cualquier modo, el documento incluye el concepto de "precio del carbono", lo que supondría un avance respecto del principio de la cumbre.

Otro de los asuntos más espinosos resulta la división entre países desarrollados y en desarrolloLos más ricos consideran llegada la hora de que las economías emergentes como China, Brasil o India, arrimen “la brasa a sus respectivos sartenes” en relación con el financiamiento de ayuda a los países de alto riesgo; empero, poco o nada se comprometen ellos a imitarlos o superarlos. Al menos el gigante asiático ha anunciado una difícil meta en cuanto a la reducción de sus gases contaminantes, algo en verdad encomiable.

La cuestión de fondo es, sin embargo, hasta qué punto los compromisos alcanzados en París serán "obligatorios" pues todo apunta a que quedarán, como viene sucediendo desde hace dos décadas, en mera declaración de intenciones. Cabe traer a colación que en la apertura del debate, los países-islas del Pacífico, encabezados por Tuvalu, depositaron todas sus esperanzas de concluir en París un "tratado vinculante”.

Sin duda, inicialmente esa era también la idea del Gobierno francés, pero sucede que Estados Unidos no quiere ni oír hablar de "objetivos de reducción vinculantes al estilo de Kioto". El Gobierno de Barack Obama asegura que no puede comprometerse a ese nivel a sabiendas de que la mayoría republicana derrumbaría esos objetivos a su paso por el Congreso.

Después de tantos “dimes y diretes” por espacio de 12 días, en su discurso durante la jornada inaugural, el presidente ecuatoriano Rafael Correa sí “cogió el toro por los cuernos” tras aportar un elemento que, de ser ratificado, dejaría uno de los sabores más agradables de la COP21:

“El planeta ya no aguanta más. Proponemos habilitar un tribunal universal que se encargue de sancionar los atentados contra los derechos de la naturaleza y establecer las obligaciones en cuanto a deuda ecológica y consumo de bienes ambientales, pues el crecimiento económico ilimitado es indeseable y no acarrea felicidad para las personas…”

Y concluyó Correa: "La pregunta no es si podemos seguir creciendo, sino qué detendrá el crecimiento económico en el mundo: una decisión concertada entre los habitantes de la Tierra o la reacción natural del planeta, que convertirá ese sueño de codicia, tal vez, en la peor pesadilla".

¿Por qué COP21?

Es la forma abreviada del inglés para la vigésimo primera Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, implantada en la cumbre de 1992 en Río de Janeiro, Brasil, donde por primera vez se reunieron los países preocupados por el cambio climático. Allí se acordó una convención que entró en vigor dos años más tarde y que ha sido suscrita por 195 países, partiendo de un presupuesto: la estabilización de los gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que evite la interferencia humana dañina en el sistema climático.

Comparte esta noticia