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A paso de tortuga negociaciones climáticas en París

En la 21 Cumbre del Clima desarrollada en París, se habla de un proceso lento y sin demasiadas concesiones


Jueves 03 de Diciembre de 2015 | 01:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

Luego de un acto inaugural calificado por muchos de “promisorio”, al tiempo que pasan los días las negociaciones se ralentizan, al extremo de que el propio presidente de la COP 21, Laurent Fabius, no deja de reiterar que este "debe acelerarse porque hay mucho por hacer… y la conferencia tiene prevista cerrar sus puertas el próximo día 11.

Hasta el momento los números no coinciden con lo que el planeta precisa para que la vida futura no sea simple quimera. La sumatoria de los compromisos presentados por los 196 países reunidos en el recinto de París-Le Bourget, llevaría irremediablemente a un aumento de la temperatura promedio global superior a los 2º C convenidos. Ante tal disyuntiva, Alden Meyer, de Union of Concerned Scientists, puntualizó: "No creo que nos vayamos de París con un acuerdo que garantice ponernos en camino de los 2º C".

Tal como los analistas anticiparon, uno de los aspectos más complicados de la negociación, es la financiación que a partir de 2020, momento donde entraría en vigencia el nuevo acuerdo, necesitan los países en vías de desarrollo para adoptar medidas que mitiguen el cambio climático. Para la ministra de Ambiente brasileña, Izabella Teixeira, "aún no se ha dado una señal clara".

Por otro lado, un grupo de especialistas aseguran que el cambio climático y su probable impacto están demostrando ser “menos perjudiciales y más lentos de lo que se temía, mientras que la eliminación del dióxido de carbono de la economía está resultando más dolorosa y cara de lo que se esperaba”.

A escala global, los científicos insisten en que no ha habido un aumento de la intensidad de las tormentas, las inundaciones o las sequías, mientras las muertes atribuidas a estos desastres naturales han disminuido gracias a las tecnologías modernas y a las infraestructuras. Asimismo, este verano el hielo del Océano Ártico se derritió más de lo habitual que en los años ochentas; en cambio, el del Océano Antártico aumentó, y la Antártica está ganando suelo helado, según un nuevo estudio de científicos de la NASA publicado en el Journal of Glaciology. El nivel del mar prosigue su lenta subida, a razón de 30 centímetros cada centuria, y no hay indicios de que se haya producido ninguna aceleración reciente.

Aunque los científicos tienen opiniones dispares en cuanto al tema, la última valoración para el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, prevé que las temperaturas sean entre 1,5º C y 4,5º C más cálidas en la parte final del presente siglo, algo a todas luces significativamente perjudicial.

Ante esta realidad, es decir, la existencia de que ocurra una catástrofe, ¿no se debería hacer todo lo posible para evitarlo? Es preferible limpiar la economía mundial de CO2 y descubrir que no era necesario a seguir usando combustibles fósiles y lamentarlo. Si fuera fácil eliminar el CO2, no cabe duda de que tendría sentido. Pero la experiencia que puede extraerse de las tres últimas décadas es que no hay una tecnología capaz de reemplazar a los combustibles fósiles a la escala necesaria y al precio que los ciudadanos están dispuestos a pagar.

Un reclamo justo e impostergable

Hasta hoy los países emergentes y en vías de desarrollo llevan la voz cantante en presionar sobre uno de los temas más álgidos del cónclave parisino: debe clarificarse el nivel de los apoyos financieros que los países desarrollados destinarán a los países en vías de desarrollo a partir de 2020, fecha de entrada en vigor del acuerdo que por estos día se debate.

Al efecto, el grupo G77+China, que agrupa a 134 países, envió un documento remitido al presidente de la COP21, Laurent Fabius, donde reclaman también a partir de 2020 un aumento sustancial del monto de más de 100 000 millones de dólares anuales comprometidos por los países ricos. Los países desarrollados también aspiran a que los países ricos del grupo de naciones emergentes contribuyan a la ayuda financiera para los países del Sur.

Como puede apreciarse, la declaración del G-77+China “devuelve la pelota” al campo de los ricos, al recordar que la convención del clima de la ONU estipula que las ayudas financieras corresponden a ellos. "El apoyo financiero de los países desarrollados está vinculado a los impactos del cambio climático generados por las emisiones históricas de gases de efecto invernadero". El grupo se muestra además "muy preocupado por los intentos de introducir condiciones económicas en la parte de los financiamientos" negociada en París. Las desigualdades entre un Norte que se desarrolló durante más de un siglo sin cuidar el medio ambiente y un Sur que reclama apoyo financiero y tecnológico para hacerlo de manera sostenible, devienen principal freno a las negociaciones del clima en la Ciudad Luz.

Energías alternativas

Aunque todavía resta una semana para llegar a un acuerdo concluyente en la hasta ahora ralentizada Conferencia de las Partes o COP 21 de París, las naciones en vías de desarrollo defienden a capa y espada el empleo de energías alternativas no contaminantes, espacio donde cada vez cobra mas fuerza la solar, sobre la base de resultar mucho más barata que décadas atrás.

Aunque los paneles fueran gratuitos, algunos especialistas consideran que el suelo, las infraestructuras, el mantenimiento y el almacenamiento de energía para las noches y los días nublados, la harían más cara que la electricidad generada por gas. Las fuentes solares aportan alrededor de 0,5 % de la energía generada a nivel mundial. El sector eólico ha crecido mucho, pero a un gran coste, y sigue suministrando poco más de 1 % de la energía generada a nivel global. La energía nuclear también disminuye lentamente, y su coste se niega a descender; entre tanto, los avances tecnológicos en la producción de hidrocarburos no convencionales han superado el avance de la energía poco contaminante, haciéndola aun menos competitiva.

Tampoco se puede obviar que, en la actualidad, miles de millones de personas no tienen acceso a una red eléctrica y cuyas vidas podrían mejorar radicalmente si en París las naciones más ricas del planeta se comprometieran, con la seriedad requerida, a financiar las energías alternativas más convenientes de acuerdo con las condiciones propias de cada país en vías de desarrollo.

El reto está planteado. Falta ahora que quienes disponen de todos los elementos –léase dinero- estén dispuestos no solo a frenar el calentamiento global, sino a saldar esa deuda histórica contraída la mayoría de las naciones del planeta, calificadas quizá eufemísticamente de “países en vías de desarrollo”.   

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