Lunes
05 de Mayo  2025 

Cicatriz medioambiental en el Golfo de México

El peor derrame de crudo en la historia de Estados Unidos ya ha contaminado gran parte de la costa de Luisiana, amenazando sus frágiles humedales y provocando importantes pérdidas a la industria pesquera, y se encuentra a escasos kilómetros de las playas floridanas


Sábado 05 de Junio de 2010 | 12:00:00 AM 

Autor

Luis Ubeda

La mancha originada por la hasta el momento imparable fuga de petróleo desde hace más de un mes en el Golfo de México está a punto de alcanzar las costas de Florida, tras haber contaminado las de Luisiana, en lo que el gobierno ya considera -la peor catástrofe ecológica de Estados Unidos-.

Algunas huellas de petróleo fueron observadas en las últimas horas del pasado jueves en el mar a una decena de kilómetros de la playa de Pensacola, importante centro turístico de Florida, en momentos en que falta poco para la inauguración de la temporada veraniega del hemisferio norte.

En cuanto al avance del vertido, al cierre de esta edición un funcionario de la Agencia de Protección del Medioambiente de Florida fue categórico: -Debe afectar las costas del Estado a partir del viernes. Los vientos y las malas condiciones climáticas dificultan las tareas de limpieza en el agua-, concluyó.

-Es inevitable que veamos petróleo en nuestras playas-, se resignó la víspera Keith Wilkins, encargado de servicios comunitarios en el floridano condado de Escambia, tras conocer el pronóstico climatológico para los próximos días.

Carol Browner, asesora de Medio Ambiente y Energía del presidente Barack Obama, manifestó que “podría haber petróleo saliendo hasta agosto” tras fracasar una operación de la compañía British Petroleum (BP), la cual pretendía detener la fuga taponándola con barro y cemento.

Ante el inminente episodio, el gobernador de Florida, Charles Crist, declaró en emergencia la costa sobre el Golfo de México y a condados del sur del estado, incluida la ciudad balneario, donde se teme que la corriente marina pueda impulsar parte de la marea negra.

Un nuevo intento de detener el derrame tropezó el jueves anterior con dificultades cuando una sierra de diamante se atascó en el caño de un pozo en el fondo del Golfo. La sierra circular averiada, que interviene en las tareas para la contención del derrame de crudo, fue liberada al caer el día, lo que permitió la reanudación de la operación.

Se trata del artilugio accionado por robots submarinos para tapar el dispositivo de seguridad -el mismo que debió activarse con la explosión, el 20 de abril-, trabado en uno de los tubos. La reanudación de la operación hará posible, si no median nuevos inconvenientes, que se inserte una tapa en el Blowout Preventer (super válvula). De ese modo el crudo que fluye del pozo será enviado a una nave, fondeada a 1 500 metros de distancia.

La BP, que ha perdido más de 75 000 millones en valores de mercado desde el hundimiento de la plataforma Deep Water Horizon dos días después de colapsar, es responsable del incidente y de las tareas por detener la peor marea negra de la historia estadounidense. Por tal motivo se vuelcan diariamente al Golfo de México unos 12 000 barriles de petróleo.

Por otro lado, la compañía británica ya ha erogado 990 millones de dólares en combatir y limpiar el derrame. Sus responsabilidades y posibles multas crecen por minutos, y los especialistas prevén que no será sino hasta agosto, cuando pueda controlar la situación al abrir dos pozos alternos.

El desastre en el Golfo eclipsó el derrame del Exxon Valdez, de 1989, que tras 20 años de demandas costó 4 500 millones de dólares a la estadounidense Exxon Mobil. El incidente casi triplicó su tamaño en un mes y tiene una dimensión total de 24 400 kilómetros cuadrados, similar al estado de Maryland o más del doble que la isla de Jamaica, según imágenes satelitales difundidas en Miami.

RADIOGRAFÍA DE UNA NEGLIGENCIA

Aunque hasta el día de hoy la culpa sigue saltando de la firma Transocean de Suiza a la British Petroleum y, desde ambas, a la Halliburton, es fácil colegir que más que accidente se trata de una negligencia criminal, a partir de la arrogancia corporativa y la ambición de los operadores de la compañía británica, fundamentalmente. Ahora bien: ¿qué sucedió el 20 de abril?

Alrededor de las 12:35 de la madrugada los técnicos de Halliburton completaron la operación de cimentación del pozo. En las siguientes horas efectuaron sondeos de presión para asegurar que el pozo estuviese bien cimentado; sin embargo, a las 11:00 a.m. sobrevino un acalorado debate entre ejecutivos de la BP y de Transocean sobre cambios en los planes relacionados con la fase siguiente en la cimentación.

A las 5:05 p.m. se detecta una pérdida de fluido en el tubo que conecta el cabezal del pozo con la plataforma, sinónimo de pérdida de presión en el cabezal y precisamente diseñado para controlar el pozo y estabilizarlo en caso de cambios repentinos en el flujo de crudo o de gas y que, obviamente, debe clausurar el pozo ante una emergencia.

Durante las siguientes dos horas se efectúan otras pruebas para ratificar que la presión corresponda a las especificaciones de la cimentación. Los instrumentos revelan una pérdida total de presión en la tubería de emergencia que conecta el pozo a la plataforma, destinada a cortar el flujo de crudo. En contraste, la instalación principal utilizada en la perforación, acusa un aumento de presión de hasta 1 400 libras por pulgada cuadrada, indudable señal del extraordinario incremento de gas natural.

Aunque parezca absurdo, a las 8:00 p.m. los técnicos de la BP dan por concluidos los exámenes y comienza la operación de extracción de lodos de perforación para remplazarlos con agua de mar. Estos lodos son una combinación de barro y minerales empleados para sellar y, mientras no se sitúe el tapón de cemento que ciegue provisionalmente el pozo, deviene única forma de restringir la expansión de gases y fluidos que actúan a grandes presiones en el subsuelo.

Una hora más tarde continúan los fluidos del cabezal y a las 9:10 p.m.la presión en la tubería principal de perforación aumenta espectacularmente. Poco antes de las 10:00 p.m. irrumpe una burbuja gigante de gas natural que las válvulas del cabezal no pueden controlar. La primera explosión sobreviene segundos después. La plataforma Deepwater Horizon, hasta entonces recordista mundial de perforación en aguas ultraprofundas, está sentenciada. Finalmente a las 9:52 p.m. se ordena abandonarla, luego de costarle la vida a 11 de sus 126 tripulantes.

De acuerdo con lo investigado hasta el momento, se han detectado problemas con el cabezal. Su diseño no observó las especificaciones originales y las baterías que debían hacer funcionar varios de sus aditamentos estaban defectuosas. Incluso, una de sus piezas medulares -una abrazadera gigante que fue sometida a presiones superiores a las de su nivel de tolerancia- fue destruida semanas antes de la explosión. Pedazos de esta aparecieron en la cubierta de la plataforma, indicando un grave daño en el equipo… pero los técnicos no dieron importancia a esta señal de alarma. En lo adelante las lecturas de presiones en el cabezal del pozo, a 1 525 metros de profundidad, serían inexactas.

Por otro lado, la falta capital de la BP fue ordenar a los operadores de Transocean retirar los lodos pesados de perforación, precisamente el punto clave de protección en caso de un escape de gas y que deben ser retirados solo después de colocarse el tapón de cemento. Pero la BP estaba más interesada en acelerar el ritmo de las operaciones y decidió invertir la secuencia de operaciones.

Y aunque cueste trabajo creerlo, el jefe de electrónica en la plataforma Deepwater Horizon, Mike Williams, declaró en un arranque de candidez que -se nos dijo que esta era la tecnología más sofisticada y que nada de lo que ocurrió debía suceder…-

Vale recordar, salvando las correspondientes distancias, que algo parecido adujeron los ingenieros nucleares a raíz de Tree Miles Islands (1979) y Challenger (1986). Y mañana puede que los técnicos de las transnacionales productoras y comercializadoras de cultivos de organismos genéticamente modificados lo reiteren. Pero al igual que en el Golfo de México, las cicatrices medio ambientales pretéritas y futuras marcarán generaciones.

Comparte esta noticia