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En peligro desarrollo social brasileño

Las intenciones de votos en las próximas elecciones presidenciales pudieran dar al traste con los grandes avances sociales y económicos tras la rápida entrada de Marina Silva como contrinante de Dilma Rousseff


Viernes 19 de Septiembre de 2014 | 12:00:00 AM 

Autor

Hedelberto López Blanch

Las próximas elecciones presidenciales en Brasil, fijadas para octubre próximo, pudieran dar al traste con los grandes avances sociales y económicos que desde hace 11 años han llevado adelante los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), encabezados por Luiz Inácio Lula da Silva, y seguido por el de Dilma Rousseff, los cuales han beneficiado a millones de ciudadanos de ese país.

Muchos intereses están en juego para tratar de contrarrestar los cambios ocurridos en el gigante sudamericano, pero dos son los más peligrosos: primero, la animadversión de Estados Unidos hacia Brasil por su política de integración latinoamericana, el fortalecimiento del BRICS, integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica y su acercamiento a China, Cuba y Rusia.

En segundo lugar, el malestar de los poderosos grupos económicos y políticos de la derecha tradicional brasileña que no aceptan los cambios ocurridos para bien de la mayoría de la población. 

Si hace pocos meses las encuestas daban como favorita para reelegirse a Rousseff, la situación cambió tras la muerte el 13 de agosto pasado, en un accidente aéreo, del candidato del Partido Socialista (PSB) Eduardo Campos, y la rápida entrada hacia la carrera presidencial de su vice, Marina Silva, lo cual ha estrechado las intenciones de votos entre estas dos principales contrincantes.

De la casi decena de aspirantes para la primera vuelta, Dilma aparece con una intención de votos de 39 %, seguida de Silva con 31 % y del derechista del Partido Socialdemócrata (PSDB) Aécio Neves con 15 %. Los demás no cuentan prácticamente en la lid. Silva, ex ministra de Medio Ambiente en el gobierno de Lula, renunció al PT, y aparece como la preferida del sector financiero, la clase media y de los habitantes de las grandes ciudades como Sao Paulo o Río de Janeiro.

Como se recordará, Dilma canceló hace unos meses una visita de Estado a Washington, debido al espionaje electrónico que realizó la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos contra la presidenta y varios funcionarios brasileños. Eso tensó las relaciones con la administración de Barack Oba-ma, quien está buscando una nueva cara que dirija los destinos del gigante sudamericano. Tam-poco a Washington le agrada la estrecha relación que Brasilia ha desarrollado con Cuba, Rusia y China, y el impulso que ha dado a la Unión de Naciones del Sur (Unasur) y al Grupo BRICS.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), este año el mencionado grupo tendrá, en su conjunto, un mejor desempeño económico que Estados Unidos y Europa. Pero analicemos más detalladamente los avances de Brasilia tras la llegada de los gobiernos del PT en 2013.

En los últimos 11 años el crecimiento ha sido constante y si en 2007 ocupaba el décimo lugar por su Producto Interno Bruto (PIB), en 2008 superó a Canadá, en 2009 a España, en 2010 a Italia y a finales de 2013 estaba a solo pocos puntos de Gran Bretaña, que ocupa la sexta posición.

La inmensa asimetría que existía entre ricos y pobres se ha reducido con la puesta en marcha de numerosos programas sociales y la salida de más de 34 millones de personas de la escala de pobreza en la que se mantuvieron durante décadas. Los índices de pobreza se redujeron desde 42 % en 2002 a 20 % en 2013; la tasa de desempleo se fijó en mayo de 2014 en 4,9 %, la más baja en toda la historia.

No obstante, de los 202 millones de habitantes y pese a los esfuerzos realizados por las administraciones Lula-Rousseff, aun existen 22 millones de personas bajo la línea de pobreza, mientras unos 50 millones en total necesitan ayuda del Estado para recibir asistencia médica ya que no pueden pagar la atención privada. En este contexto social han llegado al país numerosos galenos, entre ellos 6 000 profesionales cubanos que fueron ubicados en cerca de 800 municipios y regiones apartadas, quienes brindan asistencia especializada gratuita a personas pobres y de clase media.

Desde la llegada de Lula al poder se iniciaron varios proyectos sociales como Hambre cero, Brasil sin miseria, Universidad para todos, Mi casa, Mi vida, Bolsa familia (brindan asistencia a núcleos pobres) y Primer empleo que facilita a los jóvenes el acceso al mercado laboral, además de los subsidios distribuidos y el aumento de 53 % del salario mínimo.

Como complemento directo se suma la financiación de la escolaridad infantil y la elevación del número de puestos de trabajo, además de construirse, o estar en ejecución, 2 000 000 de viviendas para personas de bajos recursos. Esos programas han permitido que las capas más afectadas de la sociedad hayan aumentado sus ingresos y tengan más poder adquisitivo lo que impulsa, a la vez, el desarrollo de la economía.

En este sentido, aunque los detractores del sistema afirman que ha disminuido el comercio exterior, lo cual afecta el aumento del PIB, el ministro de Hacienda, Guido Mantega, explicó que Brasil no es un país dependiente de sus exportaciones como tantos otros. Agregó que posee un mercado interno grande y en crecimiento constante por lo que el producto interno depende solo 15 % de las exportaciones y 85 % del mercado nacional.

A eso se debió que las crisis internacionales, como la de 2008, tuvieran poca repercusión sobre el mercado brasileño. En definitiva, en las elecciones del próximo octubre se enfrentarán dos vertientes de sistemas diferentes, uno representado por Silva (en una posible segunda vuelta contará con el apoyo de Neves) que promueve políticas de corte neoliberal y responde a intereses del sector privado, y el otro del PT que apoya el desarrollo económico y social sostenido para sus habitantes, además de apostar por un mundo multilateral y la efectiva integración regional.

Esperemos pues los electores tendrán en sus respectivas boletas la decisión final.

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