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Dos países blanco de la guerra económica

Desde 2007, Washington ha ejercido su inmenso poder político y económico contra más de 25 firmas financieras que realizaban algún negocio o manejaban fondos vinculados con la Isla


Miércoles 23 de Julio de 2014 | 12:00:00 AM 

Autor

Hedelberto López Blanch

Los ataques económicos de Estados Unidos contra Venezuela y Cuba han arreciado en el último tiempo debido fundamentalmente a que estas dos naciones han sido y representan hoy los pilares más relevantes de la integración latinoamericana en contra de políticas neoliberales  y neocoloniales que trata de imponer en la región.

Cuba, a partir de 1959 se convirtió en un hueso atravesado en la garganta de las administraciones norteamericanas por las posiciones soberanas e independientes que adoptó su gobierno, lo cual ha sido desde entonces una guía para los pueblos del área.

Inspirados en ese ejemplo, surgieron varios gobiernos progresistas y democráticos en la zona que fueron atacados por diversas vías desde el poderoso vecino del norte. Ejemplos sobran: Brasil, Bolivia y Panamá (1964) Dominicana (1965), Chile (1973), Perú (1975) Granada (1983) y Nicaragua (1979-1999), por citar algunos.

La llegada al poder del líder de la Revolución Bolivariana Hugo Chávez Frías abrió un nuevo y amplio espectro para el devenir de los pueblos latinoamericanos, al establecer una estrecha relación con Cuba y brindar mayor ayuda económica y social a otras naciones, pese a los constantes ataques estadounidenses.

Desde la desaparición física de Chávez, las fuerzas de la derecha antidemocrática en Venezuela, apoyadas y dirigidas desde Washington, desataron una fuerte ofensiva en todos los frentes, entre los que se cuentan numerosas acciones terroristas, para intentar derrocar al presidente constitucional Nicolás Maduro.

La arremetida antibolivariana ha contado con la anuencia de los innumerables medios de comunicación nacionales e internacionales, dominados por el gran capital, que no han dejado de emitir informaciones agresivas, tergiversadas y difamatorias con el propósito de debilitar el amplio apoyo popular con que cuenta el gobierno de Nicolás Maduro.

Con la anuencia del gobierno bolivariano se han creado en los últimos años varias organizaciones como la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América (ALBA), PETROCARIBE, la Unión de Naciones del Sur (Unasur), la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), o también se han reforzados otros como el Grupo de Río, y el Mercado del Sur (MERCOSUR) todos con amplias perspectivas integracionistas.

Como era de esperar, los gobiernos estadounidenses acostumbrados a dominar política y económicamente a la América Latina, considerada como su traspatio, no podían permitir semejante osadía.

En busca de revertir ese accionar latinoamericano, se enfiló hacia Caracas una abarcadora guerra económica encabezada por la oligarquía criolla (con el eje central en Washington) contraria a la política social a favor de la mayoría del pueblo llevadas a cabo por Chávez y continuada por Maduro.

Grupos terroristas asaltaron y destruyeron numerosos centros de atención de salud, fábricas, escuelas secundarias y universidades; interrumpieron el tráfico, quemaron transportes públicos y hasta asesinaron a varias personas.

Los ataques de la oligarquía también se dirigieron contra la moneda venezolana y el régimen cambiario; se impulsó la especulación, el acaparamiento intencionado y el contrabando con el desvío hacia Colombia de alrededor de 45 % de los productos que entraban al país.

El Gobierno venezolano, con prudencia e inteligencia ha logrado ir controlando la situación pese a que aún persisten las intenciones de tratar de derrocarlo mediante la ahora llamada política de golpe suave.

En cuanto a Cuba, los ataques financieros para tratar de cercenar su economía se han convertido en un hecho cotidiano en el que empresas o bancos extranjeros que han mantenido relaciones de intercambio o préstamos con la Isla, han sido perseguidos y multados para llevar hasta lo infinito las leyes extraterritoriales impuestas por el bloqueo económico establecido desde hace más de 50 años por Estados Unidos.

Desde 2007, Washington ha ejercido su inmenso poder político y económico contra más de 25 firmas financieras que realizaban algún negocio o manejaban fondos vinculados con la Isla.

Entre los primeros sancionados en 2007 aparece el banco suizo Bawag que tuvo que cerrar cuentas con un centenar de clientes de origen cubano que residían en esa república alpina. Le siguió el Barclays, el cual ordenó a sus filiales de Londres clausurar las cuentas de dos empresas cubanas: Havana International Bank y Cubanacán, después de que la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (Office of Foreign Assets Control, OFAC) del Departamento del Tesoro ejerciera presiones.

Le siguió la compañía aérea española Hola Airlines, que tenía un contrato con el gobierno cubano para transportar a pacientes que padecían enfermedades oculares y serían atendidos en la denominada Operación Milagro. La extraterritorialidad del bloqueo se reafirmaba.

Recientemente el banco francés BNP-Paribás pagó 8 970 millones de dólares por violar la sugestiva denominación de embargo económico y financiero impuesto por la Casa Blanca.

Son numerosas las bancas afectadas y otras están en vilo, como las francesas Société Géneral y Crédit Agricole; la italiana UniCredit, el Banco de Irlanda, y las alemanas Deutsche Bank y Commerzbank.

Hace pocos días, la empresa de bebidas energéticas Red Bull North America tuvo que pagar 89 775 dólares por filmar un documental en Cuba sin la autorización del Departamento del Tesoro.

Innegablemente, la Casa Blanca ha llegado al extremo para tratar de ahogar económicamente a Cuba y Venezuela, pero los tiempos han ido cambiando en este mundo que ya no es solo unipolar y es hora de que comprenda que esas políticas están condenadas al fracaso.

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