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La guerra de Occidente contra Rusia

Fuentes oficiales de Washington han reconocido que gastaron 5 000 millones de dólares para provocar el desorden en Ucrania con el apoyo de varios países occidentales europeos y de una fuerte campaña en los medios de comunicación


Jueves 20 de Marzo de 2014 | 12:00:00 AM 

Autor

Hedelberto López Blanch

Después del triunfo del referendo en Crimea con 96,7 % de los electores a favor de integrar esa estratégica península a la Federación Rusa, se han fortalecido las posiciones que defendía Moscú ante la intromisión de occidente en los asuntos internos de Kiev que provocaron el golpe de Estado contra el gobierno legítimo del presidente Viktor Yanukovich.

Fuentes oficiales de Washington han reconocido que gastaron 5 000 millones de dólares para provocar el desorden en Ucrania con el apoyo de varios países occidentales europeos y de una fuerte campaña en los medios de comunicación cuyo objetivo era satanizar al gobierno de Yanukovich, cambiar la dirección de ese Estado a su favor y ubicar bases militares en Ucrania, cerca de la frontera con Rusia.

Al no poder controlar Crimea donde se asienta la flota naval de Rusia y cuya península es una puerta principal de entrada hacia ese país, Washington apuesta por imponer sanciones económicas al gigante europeo que podrían traer graves consecuencias para Europa y hasta para Estados Unidos.

Entre las medidas de presión, llamadas eufemísticamente "sanciones" aparecen la de limitar la emisión de visados para ciertas categorías de ciudadanos rusos y la congelación de cuentas bancarias.

El más afectado en este contendio será el gobierno ultraderechista que tomó el poder en Ucrania, pues ese país depende directamente del gas de Moscú para mantener la economía, además de que varias compañías ucranianas son propiedad de ciudadanos rusos.

Kiev tiene una deuda con Rusia de 63 000 millones de dólares y este año debe abonarle 12 000 millones, mientras que ha quedado sobre hielo el préstamo de 15 000 millones que el gigante europeo había ofrecido a Yanukovich, y tampoco rebajará el precio del gas que le envía.

Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha caído sobre la tambaleante nación con exigencias de llevar las privatizaciones a su máxima expresión y reducir todos los programas sociales para que pueda tener acceso a empréstitos como los otorgados a Grecia, Chipre, Portugal, España, que lejos de ayudarlos a solucionar los problemas, han profundizado la crisis. 

De un golpe, el acuerdo con el FMI recortará los fondos asignados a la educación, devaluará la moneda, elevará los precios de los bienes importados, incluyendo el gas ruso, y dejará los activos ucranianos disponibles para que sean controlados por las corporaciones occidentales. Claro, eso contando que Moscú no corte los suministros de combustible.

El primer ministro interino ucraniano, Arseny Yatsenyuk, le aseguró a la directora del FMI, Christine Lagarde que ese gobierno cumplirá con todas las condiciones que impone el organismo.

Tres de los cuatro gasoductos que conectan a Rusia con Europa Occidental pasan por Ucrania y transportan hacia ese destino 80 % del combustible.

Letonia, Lituania, Polonia, Rumania, Alemania, Reino Unido, entre otros, dependen en diferente grado de ese producto energético. Letonia importa 75 % de sus necesidades, Alemania 40 % y Reino Unido 30 %.

Esta es un arma económica letal si Rusia la utiliza contra casi toda Europa Occidental, aunque como es lógico también resultaría afectada al no poder contar con esa entrada de divisas.

Pero Rusia pertenece al Grupo BRICS, junto a China, India, Brasil y Sudáfrica; los dos primeros necesitan altas cantidades de combustible para su continuo desarrollo y podrían ser una solución a medio plazo para colocar el gas. 

Si las sanciones estadounidenses se incrementan, podrían también ser un detonante para impulsar el desarrollo del BRICS, que ha dado muestras de que no está obligado a ser parte del sistema monetario internacional, en el cual aun impera el dólar.

Esos países ya realizan transacciones millonarias con sus monedas nacionales, los que se profundizarían con las posibles sanciones de Occidente contra Rusia.

¿Qué sería del billete verde si China y Rusia, con grandes reservas de esa divisa, abandonaran el dólar? ¿Cuáles serían las consecuencias para Washington si los BRICS crearan su propia moneda? La respuesta es que el billete verde y la hegemonía financiera que ejerce Estados Unidos sobre el resto de mundo se verían grandemente afectados.

El economista John Williams, fundador del proyecto "Estadísticas Gubernamentales a la Sombra, "significó que si Rusia se deshace de los dólares, "provocaría un colapso no solo en los mercados financieros, sino en todo el estilo de vida de los norteamericanos, y pudiera ser peor si sus socios comerciales, aliados como China, se incorporan a la iniciativa y los inversores internacionales sospechen un cambio drástico en el sistema financiero mundial".

Pero en un análisis global, no se puede obviar que las economías de Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea están entrelazadas por comercio, negocios e inversiones.

El intercambio entre Moscú y Washington se elevó a 38 100 millones de dólares en 2013 con saldo favorable para el primero que exportó hacia el país norteño 26 960 millones de dólares mientras recibía de su contraparte, mercancías por valor de 11 260 millones de dólares.

Entre otros, Rusia exporta hidrocarburos por más de 19 000 millones de dólares y fertilizantes por 1 000 millones de dólares. La empresa Boeing compra considerables cantidades de acero, titanio y piezas de aviones a compañías de ese país. Otras como Cargill, Ford, General Motors y Exxon Mobil tienen gran presencia en el mercado ruso.

En cuanto a la Unión Europea (UE), Rusia representa 7 % de las importaciones totales y 12 % de las exportaciones en el bloque de las 28 naciones, que la convierten en el tercer socio comercial más importante, solo por detrás de Estados Unidos y China.

En 2013, el comercio entre los vecinos llegó a un valor de 140 000 millones de euros. Europa importa una tercera parte de sus necesidades de gas natural procedente de ese país, mientras Rusia también es dependiente del comercio con la UE.

Sacando conclusiones, a ninguno de los involucrados en este conflicto, provocado por las naciones occidentales capitalistas encabezadas por Estados Unidos, les conviene una guerra económica que profundizaría la aún no resuelta crisis económica mundial.

Las aguas, por tanto, deben volver a tomar su cauce, aunque a Washington le duela reconocer que Rusia logró poner cartas credenciales de potencia mundial por la forma en que manejó la situación en Crimea.

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