La doctora en Ciencias, Lianne Fernández Granda, es la jefa del Departamento de recursos fitogenéticos y semilla del Instituto y coordina a nivel nacional esa actividad. Autor: Opciones Publicado: 20/04/2023 | 11:04 am
Una riqueza verde, con un valor que sobrepasaría cualquier divisa existente y por crear, resguarda con tradición y esmero una institución especial para Cuba: el banco de germoplasma del Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical (Inifat) Alejandro Humboldt.
Tan importantes como los fondos atesorados son las misiones de esa entidad científica cubana, heredera de la antigua Estación Experimental Agronómica de Santiago de San Vegas, cuya tradición en el fitomejoramiento genético se remonta al ya lejano 1904.
La doctora en Ciencias, Lianne Fernández Granda, es la jefa del Departamento de recursos fitogenéticos y semilla del Instituto y coordina a nivel nacional esa actividad. “El banco de germoplasma es la unidad donde se guardan de manera ideal los recursos fitogenéticos del país. Nuestro banco tiene alrededor de 4 000 variedades y de esas, el 66 % son de origen nacional, lo cual constituye una fortaleza, pues son la materia prima para generar nuevas variedades”, dijo.
“Nuestra principal función en estos momentos es promover de modo eficiente la conservación de los recursos fitogenéticos para contribuir a la seguridad alimentaria del país”, explicó. Esos recursos, agregó, son la materia prima de donde se generan muchas de las variedades que los agricultores y los fitomejoradores van a utilizar para contribuir a la nutrición y a toda la seguridad alimentaria del país.
Proyecto por la biodiversidad
De acuerdo con la Doctora en Ciencias, actualmente, el Inifat ejecuta el proyecto internacional Biodiversidad para la familia y el desarrollo, financiado por el Fondo Noruego y con apoyo del Tratado internacional de los recursos fitogenéticos para la alimentación y la agricultura. Su fin es la conservación eficaz y eficiente de esta riqueza fitogenética para garantizar que esos materiales vegetales puedan llegar a todos los consumidores y contribuir al Objetivo de Desarrollo Sostenible No.2, que persigue mitigar el hambre y “nosotros tenemos un rol importante en esto, porque coordinamos esa actividad a nivel de país”.
Los resultados del proyecto, señaló, “contribuirán al fortalecimiento de la infraestructura y de las capacidades humanas e institucionales, y nos va a permitir colocarnos en una mejor situación en esa conservación”. A su vez, esta iniciativa posibilitará brindar un servicio y un apoyo, al ser el sitio donde se conservan las variedades de otros centros en colecciones duplicadas, de una manera más eficiente y eficaz.
El proyecto, que apenas comienza, tendrá una duración de 10 años y realizará en mayo la primera reunión. “Son 15 países en total, con un fondo de aproximado de 58 millones. De la región prevén participar Cuba, Ecuador y Perú”, detalló.
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Según explicó la especialista, a partir de los estudios de caracterización agromorfológica, molecular y fitogenética, los recursos fitogenéticos son la materia prima con la cual se generan muchas de las variedades que se utilizan en la agricultura cubana. “El catálogo del Inifat cuenta con más de 160 variedades, fruto también del esfuerzo de algunos mejoradores que nos precedieron y ya no están entre nosotros, quienes con sus estudios de genética lograron tropicalizar muchas especies que en Cuba no producían semillas, entre otras, cebolla, zanahoria, col y muchas hortalizas de hojas, que lograron tropicalizar. Somos herederos de ese conocimiento y continuadores para seguir promoviendo ese tipo de cultivos tan necesario para el pueblo cubano”.
Las más de 140 variedades comerciales incluidas en el catálogo del Inifat abarcan hortalizas, granos y oleaginosas, e incluso, otras poco conocidas o casi olvidadas como la mostaza blanca, el frijol gandul, la berza y las habas limas.
Irse al campo
Tan importante como los resultados científicos es ver los cultivos en el campo. Al respecto, Fernández Granda explicó que “para llegar a los productores, en los proyectos hacemos actividades de ferias de diversidad o días de campo, donde participan los productores y mostramos nuestros logros”. Por ejemplo, señaló la investigadora, en 2008, año en que varios ciclones afectaron Pinar del Río, el banco de germoplasma tuvo un papel importante en un proyecto de intervención. “Gracias a tener muchas de esas variedades, pudimos reinsertarlas en las comunidades que estaban dañadas y donde muchos de esos materiales los habían perdido todo, porque fueron tres huracanes casi uno tras otro”.
Además, destacó, desarrollan un trabajo de extensionismo y muchas de las novedades se prueban en la agricultura. “Ahora estamos promoviendo el trigo y la cebolla en cuatro localidades: el Wajay, Cotorro, Güira de Melena y San Antonio los Baños, con variedades que, sabemos, tienen un comportamiento adecuado y que pueden ser probadas por los agricultores, no en áreas experimentales, sino en sus predios para que conozcan, de primera mano, todo el potencial que tienen estos materiales”.
Según señaló, para eso fueron escogidos agricultores de cooperativas con determinado interés, sobre todo en el trigo y, en el caso de la cebolla, por interés de la institución. “Tenemos una estación en Banao, donde existe un clima idóneo para cultivos como el ajo y la cebolla, ahí es donde se produce la semilla botánica de esa última. Las trajimos y las distribuimos entre personas con interés por ese cultivo y condiciones para desarrollarlo, porque la semilla botánica demanda condiciones especiales y muchas atenciones”.
En el trigo, agregó, pasó algo similar: algunos agricultores habían ido a la institución interesados en desarrollar junto con el Inifat proyectos de investigación sobre el trigo. Entonces, les entregaron tres o cuatro variedades de semillas y se le da seguimiento semanal para ver el estado de las plantaciones.
“Uno de los méritos y fortalezas que tiene nuestro banco de germoplasma es que el 66 % de las variedades salvaguardadas son de origen nacional y ese fue uno de los atractivos para el proyecto con Noruega”.
Inifat y seguridad alimentaria
Con la investigación y el extensionismo, el Instituto se suma a las acciones del país en pos de la seguridad alimentaria. “Lo que está haciendo el Inifat para contribuir a la seguridad y soberanía alimentaria a nivel de país se deriva en muchas acciones. Desde nuestro punto de vista, una de las mayores contribuciones es la intervención a partir de variedades de hortalizas, granos y oleaginosas que pueden llegar a cubrir en cierta medida los niveles de producción de estos cultivos”, consideró Fernández Granda.
También, dijo, hacemos extensionismo con los agricultores, llevando nuestras variedades a sus fincas, para que comprueben, con sus propios implementos, sus potencialidades productivas y “eso nos hace comprometernos más con el propósito de producir una semilla original de estas variedades con mayor calidad y que ser multiplicadores de estos logros cubanos”.
Según Guillermo Almenares Garlobo, director general de la institución, entre sus misiones está propiciar la capacitación a los productores y “en ese sentido estamos insatisfechos, tenemos muchos resultados científicos que hoy no están en la base productiva y eso influye en la no divulgación del impacto de los resultados”.
Para revertir el panorama, el Inifat identifica productores de excelencia -a partir de la experiencia de otras instituciones que han trabajado esta línea de la extensión agraria-, que van a ser las plataformas de la institución en distintos escenarios productivos para validar las tecnologías, las variedades y los resultados científicos que se obtengan. “Hasta ahora se han identificado más de 180 y queremos llegar a 300 en los próximos meses, para probar allí nuestras variedades como un aporte de la institución a la ejecución de la Ley de seguridad alimentaria”, concluyó.
