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29 de Marzo  2024 

El poder del litio boliviano

Los yacimientos del mineral bien pueden profundizar el desarrollo económico futuro del país, o ser una amenaza de las compañías transnacionales y gobiernos imperiales por tratar de controlar esos recursos


Miércoles 10 de Marzo de 2021 | 01:00:00 AM 

Autor

Hedelberto López Blanch

Los enormes yacimientos de litio boliviano constituyen dos vertientes opuestas: una bendición para profundizar el desarrollo económico futuro del país, o una constante amenaza debido a la ambición de compañías transnacionales y gobiernos imperiales por tratar de controlar esos recursos.

El expresidente Evo Morales Aima ha denunciado en repetidas ocasiones que su gobierno fue víctima de un “golpe de Estado del litio” cuando fuerzas de la oligarquía derechista, con el apoyo de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de Estados Unidos, lo sacaron del poder en noviembre de 2019.

Un año antes de esos sucesos, en octubre de 2018, Morales había firmado un convenio con la empresa alemana ACI Systems para la explotación del salar de Uyuni, pero la oligarquía criolla, encabezada por el expresidente del Comité Cívico Potosinista, Marco Pumari, inició una virulenta campaña desinformativa al catalogar el convenio como entreguista.

La desinformación engañó a parte de la población que comenzó protestas bajo la dirección de elementos de la derecha respaldada por militares afines y por la OEA, la misma que alegó fraude en las elecciones de noviembre de 2019.

Aunque Evo anuló el acuerdo con ACI Systems, el golpe de Estado quedó consumado una semana después de los comicios.  

En el denominado Golpe del litio actuaron influyentes transnacionales y hasta el segundo hombre más rico del mundo, Elon Musk, propietario de las compañías SpaceX y Tesla (autos y equipos eléctricos). Este multimillonario estadounidense, al ser consultado en twitter por un internauta sobre si tenía alguna relación con los sucesos de Bolivia, declaró que no le molestaba derrocar a quien fuera, con tal de alcanzar sus objetivos empresariales.

Tras las altisonantes declaraciones de Musk, Morales declaró que el principal móvil del golpe fue haber dejado fuera a Estados Unidos del proyecto de industrialización del litio que se llevaba a cabo en el país en conjunto con Alemania y China.

Con la empresa Xinjiang Tbea Group-Baocheng se habían rubricado acuerdos por alrededor de 2 000 millones de dólares para edificar ocho usinas, cuatro en el salar de Uyuni y cuatro en los salares de Coipasa y Pastos Grandes, pero esos emprendimientos quedaron inconclusos por la imposición del régimen de facto de Jeanine Áñez y los desastrosos efectos de la pandemia de Covid-19.

Recientemente se anunció que el presidente Luis Arce reflotará el plan para convertir al salar de Uyuni  en la capital mundial del litio, cuyas reservas son las mayores del orbe. Hasta el 2030 se prevé instalar 41 plantas de procesamiento en los departamentos Potosí y Oruro.

En declaraciones a la prensa Marcelo González, el nuevo presidente ejecutivo de la Empresa pública nacional estratégica Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), señaló que el país tiene el inmenso desafío de reactivar esa industria tras un año de semiparalización que impidió la comercialización a gran escala del producto.

González aseguró que cuentan con recursos humanos calificados para entrar a la etapa de industrialización y entre las principales acciones está la construcción de otras plantas industriales como las de ión litio y cátodos en los departamentos Oruro y Potosí.

Actualmente, Bolivia puede producir 12 000 toneladas de carbonato de litio al año y en la planta de Uyuni se procesan entre 700 y 1 000 toneladas mensuales de ese recurso natural.

Asimismo, en la planta piloto de baterías se construyen las 5V, similares a las utilizadas por los teléfonos móviles pero aún el país no logra satisfacer la alta demanda externa, por lo cual se busca la asociación con otra nación que colabore con transferencia tecnológica.

Para González resulta importante que se complete la cadena del litio dentro de Bolivia, es decir, que se extraiga la materia prima y se procese para darle valor agregado.

Argumentó que hasta la fecha han cerrado la cadena del litio a nivel de laboratorios y pilotaje con la planta de materiales catódicos así como la de baterías que está produciendo para la venta en el mercado interno, al tiempo que se realizan gestiones con la empresa de autos eléctricos Quantum, con sede en Cochabamba, para proveerles acumuladores.

Bolivia posee 21 millones de toneladas de litio, mineral muy preciado por gobiernos desarrollados y compañías trasnacionales debido a su utilidad en componentes imprescindibles de laptops, celulares, tabletas, entre otros equipos móviles y acumuladores para vehículos, por lo que han denominado a ese mineral como el oro blanco.

Expertos indican que, con la continuación del desarrollo de las baterías con base a sales de ión litio, ese producto movería unos 46 000 millones de dólares en 2022 y 220 000 millones de dólares dentro de 10 años.

Esas baterías pueden acumular en los aparatos móviles gran energía con mínimo peso y espacio para las personas y en los autos eléctricos son capaces de mantener un máximo de 3 000 ciclos de carga y descarga sin perder las propiedades de almacenaje y voltaje.

Un estudio del Servicio Geólico de Estados Unidos (USGS) estima que el 60 % del oro blanco mundial se halla concentrado  en Argentina, Chile y Bolivia, por lo que esas naciones están destinadas a impulsar su desarrollo económico en los próximos años.

Pero Argentina y Chile tienen la desventaja de que su explotación está en manos de empresas transnacionales que dejan pocas remuneraciones monetarias; mientras en Bolivia está controlada por el Estado y se establece que el 51 % de las ganancias permanecerá en la nación.

Si el nuevo gobierno encamina al país por la senda socioeconómica y política al que logró llevarlo el expresidente Evo Morales, los enormes yacimientos de litio que posee Bolivia pueden acabar de revertir la historia de pobreza, aunque siempre debe estar alerta con las artimañas de la oligarquía criolla y de las compañías estadounidenses interesadas en hacerse del control del oro blanco.

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