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En Baracoa, en octubre de 2016, el huracán Matthew derribó el 97 % de las plantaciones de coco


Jueves 22 de Junio de 2017 | 12:00:00 AM 

Autor

Raquel Sierra

En octubre de 2016 el huracán Matthew causó daños de consideración en el oriente del país y se ensañó particularmente con Baracoa, donde arrasó con viviendas, escuelas, almacenes, redes eléctricas y telefónicas y con diversos cultivos, entre estos la mayoría de las plantaciones de coco.

Aunque a  las nuevas plantas sembradas tras el ciclón les toma cinco años desarrollarse para volver a dar frutos, en la primera de las villas cubanas no se han sentado a esperar a que crezcan. Para bien de la economía del territorio, de los productores y el país, la estrategia de recuperación ha incorporado un enfoque inteligente, el de desarrollo.

Por dónde le entra el coco al coco

Matthew derribó el 97 % de las plantaciones de coco, asegura Alexis Toirac Perera,  director de la Empresa Agroforestal y Coco Baracoa. Las causas de esa gran afectación radican no solo en la fuerza de los vientos, sino también en las características de lo existente antes del huracán: “era un coco muy viejo, con 50-100 años de sembrado, el terreno estaba erosionado y con gran concentración en las montañas, a alturas importantes”.

Baracoa prácticamente se quedó sin coco pero, una vez recuperados del primer impacto emocional, se dieron a la tarea de crear viveros donde plantaron 420 000 semillas que permiten sembrar este año 1 500 hectáreas. “Antes del huracán habían 6 500 hectáreas de coco, que por estar viejo, era poco productivo, y quedó de eso solo 3 %. Tenemos hasta hoy sembradas 1 500 hectáreas de áreas nuevas, que en cinco años estarán dando frutos. Las plantaciones recientes deben alcanzar una producción similar a la que se obtenía en unas 3 000 hectáreas de las antiguas plantas, pues además de su juventud están sembradas con una tecnología diferente que les da potencialidades superiores”, explica el directivo. 

Con todas esas acciones, sostiene, esperamos tener en el futuro más coco que antes del huracán, en unas 4 250 hectáreas que se plantarán 1 500 en 2017, similar cifra en 2018 y el resto, en 2019. Las que siembren este año  estarán produciendo en 2021-2022.

Larga vida al coco

El estudio realizado tras Matthew por especialistas de diferentes instituciones de investigación, la empresa y la universidad de Guantánamo permitió elaborar un programa en función de plantar las nuevas áreas en terrenos con una inclinación por debajo de los 20 grados, para evitar la vulnerabilidad del fruto en las montañas. “No es que el campesino no lo siembre en las lomas, porque siempre lo ha hecho y lo seguirá haciendo, sino que todo el coco mecanizado sea plantado en pendientes menos pronunciadas, porque también debe pensarse en la edad avanzada de nuestros agricultores”.

Al respecto, apunta: “para desmochar el coco deben subirse a unos cuantos metros, mientras que la siembra de una hectárea de este cultivo requiere abrir 180 huecos de 60 por 60 centímetros y hoy la fuerza de trabajo no es la suficiente para enfrentar eso en la montaña”. Para humanizar las labores en este cultivo están introduciendo la mecanización con tractores, camiones y máquinas hoyadoras para hacer los huecos.  “El coco hay que desmocharlo y fumigarlo. Hoy se suben con una soga pero estamos pensando en un camión con una cesta -como lo tienen los eléctricos-, que pueda subir al fumigador y al desmochador, y así mejorarles las condiciones y seguridad del trabajo”, indica.

En cadena

“Tras los daños, nos dimos a la tarea de aprovechar todas las bondades que brinda este cultivo y se comenzó a trabajar la cadena del coco que involucra a varias empresas, desde la agricultura hasta las industrias que pueden utilizar diferentes partes en producciones con diversos usos y destinos”, explica Alexis Toirac.

Con la Empresa de Industrias Locales se instaló una fábrica para procesar fibras de coco con la corteza exterior, de la que se hacen sogas y rellenos para colchones, tapicería de autos y muebles y también de sustrato para plantas ornamentales y de carácter económico lo cual está probándose y empiezan a salir las primeras fibras.

De la concha, la parte más dura, puede fabricarse carbón activado, que se utiliza en la Isla en la industria farmacéutica, de bebidas y licores y la azucarera y es un producto muy caro,  que actualmente se importa. “En Cuba existe una planta para eso que estaba sin uso y nos dimos a la tarea de invertir en ella para reanimar la producción de carbón y afortunadamente, ya está produciendo”.

En el aceite, destaca Toirac, el principal cliente es la empresa Suchel, que lo importa para utilizarlo en perfumería y jabonería. “Estamos invirtiendo en una planta nueva de aceite de coco, que va a permitir actualizar la tecnología actual, muy rudimentaria. El gasto de materiales y energía es muy alto y los beneficios son bajos. Esa planta ya está contratada, debe entrar al país este año e instalarse en 2018. Esta inversión nos dará la oportunidad de tener tres refinaciones de aceite, incluso, para envasarlas en mini dosis y venderlas en las redes comerciales para el consumo de la población. El lubricante es muy bueno para la cocción de alimentos y para la piel, tiene muchos usos, pero hasta ahora no teníamos tecnología para explotar ese potencial”, destaca.

Al coco le queda aún algo que ofrecer: el agua. En el futuro se proyecta envasarla, siguiendo la práctica internacional que emplea este líquido para la coctelería. En Cuba, por ejemplo, está el saoco, una mezcla de coco con ron pero producido industrialmente es más refinado y se consume en diversas partes del mundo.

También se trabaja en los diferentes tipos de dulces. En Baracoa se está montando una mini industria y los equipos se encuentran en fase de prueba, la cual utilizará toda la masa del coco y así aprovechar la alta demanda que tienen estas golosinas, tanto en el turismo como en la población. El fin de esta inversión es incrementar y diversificar la producción de manera que esos productos estén disponibles.

Y mientras tanto…

Cabe preguntarse entonces, destruido el 97 % del coco en Baracoa, con qué operarían las  industrias en fase de inversión o puesta en marcha. Para eso también existen respuestas. Mientras el fruto crece, la mini industria procesará los de otras especies que se siembran dentro de las áreas de coco, con un ciclo más corto para entrar en producción: guayaba, frutabomba, piña y mango de injerto, y con el escaso coco que quedó en pie.

La industria de fibra trabajará con las miles de toneladas que quedan de coco en las montañas. “Por años, los campesinos han pelado el coco para venderlo y toda esa corteza se encuentra allí y hasta ahora no se utilizaba. Una buena cantidad está deteriorada pero otra tiene potencial productivo y ya lo estamos acopiando. Por otra parte, la madera que cayó la estamos recuperando  para que trabajen con ella las industrias locales, que son miles de metros cúbicos derribados, pues es un tronco duro y con este se hacen juegos de muebles, persianas y elementos de construcción y artesanías, además de sustrato”, sostiene.

Por su parte, la planta de aceite de coco con el poco que quedó tras el huracán, ya este año está extrayendo unas 200 toneladas. Cuando se incorporen las nuevas plantaciones, la producción registrará un crecimiento considerable, dice.

El carbón activado se está produciendo en la actualidad con diferentes tipos de madera y con la concha del coco, que  le da mayor calidad. Con esa materia prima específica se han obtenido unas 20 toneladas que se comercializan en diferentes organismos del país y se espera alcanzar al cierre del año unas 500 toneladas. 

En el caso de las fibras, destaca el directivo, se están utilizando en la industria local, donde una de las principales limitantes es justamente la escasez de materias primas. Esto les permite incrementar la producción de artículos para  la población, y también exportar, dada la demanda existente en el mercado internacional de ese renglón. Algo similar sucede en el caso de los sustratos, envasados en diferentes formatos para jardinería y cultivos económicos, que se venden en el mundo. En el territorio este derivado se emplea en la siembra de hortalizas, cacao y el coco, todo eso le permite a la empresa elevar sus ingresos en el camino hacia la rentabilidad.

Beneficios para muchos

En la cadena del coco están involucrados cincos organismos, sus técnicos y especialistas, que suman más de 500 personas. Se insertan unos 2 000 productores encargados de este cultivo, para el cual existe una estrategia para llevarlo a otros municipios, donde alguna vez el fruto creció a sus anchas.

Con anterioridad, dice Toirac, la única industria que producía dulce de coco era la de Santiago de Cuba, ya hay en Ciego de Ávila y habrá una en Baracoa, lo que se traducirá en un incremento productivo de este alimento.

“Que se cayera el 97 % no quiere decir que aquí se acabó el coco, sino que lo tendrá para rato, con mayor fuerza, producción  y con una gama de productos que ni en Baracoa ni en Cuba se produjeron”, afirma.

A su juicio, el ciclón resultó devastador pero ante los desastres la fuerza del hombre tiene que multiplicarse y en la recuperación, adoptar una perspectiva de desarrollo.

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