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Urgencia

El programa nacional de expansión de las fuentes renovables de energía aspira a cargar con el 24 % de la generación de electricidad a la altura de 2030 de la Isla


Viernes 27 de Enero de 2017 | 01:00:00 AM 

Autor

Ariel Terrero

Numerosos calificativos merece el programa de desarrollo de las fuentes renovables de energía de Cuba. Hasta armonioso quizá, por su sostenibilidad y previsión de largo plazo. Pero uno sobresale: urgente. Muchos argumentos pueden citarse.

Entre otros, no aparece el yacimiento gigante de petróleo con que no dejamos de soñar los cubanos y que a estas alturas miro con suspicacia. Pero la razón más inmediata es que corremos el riesgo de quedarnos atrás en el desarrollo.

Hace unos meses, la presunta noticia de un hallazgo petrolero cubano cerca del histórico Motembo electrizó a las audiencias. Los medios de prensa de allá, de aquí y de más allá atacaron la información con imprecisiones y con más fervor que la apertura en Cuba de instalaciones para generar electricidad a partir del viento y el sol. Los parques eólicos y fotovoltaicos, en cambio, asoman como una opción real, sana y hasta más productiva que el oro negro.

El programa nacional de expansión de estas fuentes aspira a cargar con el 24 % de la generación de electricidad a la altura de 2030. La meta contrasta con la mínima participación —en torno al 4 %— que tiene hoy. A juzgar por la lógica del desarrollo, las previsiones oficiales esperan que Cuba estará produciendo y tragando para esa fecha alrededor de 30 000 gigawatts- hora. El 24 % de ese monto significa 7 200 gw-h. Esta cifra equivale a más de un tercio de la electricidad que produce el país actualmente y que exige millones de toneladas de petróleo y derivados, y mucho gas natural.

En el sol, el viento y los cañaverales tenemos otras fuentes de energía. Compiten en rendimiento con cualquiera de los yacimientos cubanos de petróleo amenazados de agotamiento. Los superan sin discusión por ser además medioambientalmente limpios e inagotables. Y no son una quimera.

Los parques solares fotovoltaicos comenzaron a entrar en nuestra geografía. Con decenas de esas instalaciones al cierre de 2016, la Unión Eléctrica se propone sincronizar -hasta casi un centenar- al sistema electroenergético nacional en breve plazo. El propósito es alcanzar entre todos, antes de 2030, la capacidad de 700 mw, potencia total similar a la suma de dos de las principales centrales termoeléctricas en el país.

La energía eólica sueña con 13 parques en la costa norte del oriente, con capacidad total de 633 mw. Los primeros, en Gibara, apenas tienen carácter de ensayo.

El mayor potencial queda reservado para las bioeléctricas adjuntas a los centrales azucareros. Probablemente la electricidad resulte mejor negocio que el azúcar mismo, cuando se genere con calderas más modernas y eficientes. Los proyectos hablan de 19 bioplantas eléctricas, con potencia sumada de 755 mw. La inversión mejor encaminada es la del central Ciro Redondo, de Ciego de Ávila, con participación británica.

Sin embargo, las expectativas de poner casi una cuarta parte de la electricidad sobre tan sano sostén apenas constituye un punto de arrancada. Cuba ha andado más lenta que otros países, incluso de América Latina.

Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), el abaratamiento de las tecnologías ha disparado el empleo de las fuentes renovables en la generación de electricidad. En el 2015 esa participación llegó hasta 23,7 %, con liderazgo de la energía hidráulica, estimaron estudios de la Red Mundial. El empleo de energía solar fotovoltaica, por ejemplo, se ha triplicado de 2011 a 2015 y la capacidad de los parques eólicos se ha duplicado en ese periodo.

Cuba tiene motivos para apurarse. El desarrollo impone un crecimiento forzoso del consumo energético. La demanda de electricidad prevista para 2030 supera en casi 50 % la del presente. El alza absorbería más que el aporte planificado de parques eólicos y fotovoltaicos, pequeñas hidroeléctricas y la bioelectricidad, que aunarían en 2030 una capacidad total en torno a 2 100 mw. Expertos del Centro de estudio de tecnologías energéticas Renovables (Ceter), de Cuba, no dudan de la factibilidad de una transición mucho más radical en la nueva dirección.

Las inversiones estimadas, alrededor de 3 700 millones de dólares para el programa de fuentes renovables de energía (unos 6 000 millones en todo el plan electroenergético), tienen como ventaja su recuperación segura mediante el ahorro de los miles de millones de dólares que cada año la Isla gasta en petróleo.

Todo indica que, definitivamente, no será el petróleo el que nos saque las castañas del fuego, por más que se robe las noticias de vez en vez.

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