En los últimos años, la agricultura cubana ha ido desarrollando paulatinamente las ferias regionales y locales de diversidad de semillas de algunos cultivos esenciales para la alimentación, según la Agencia de Información Nacional.

Investigadores, productores y extensionistas son los principales participantes en esos encuentros, que buscan fortalecer la base de la biodiversidad de simientes en el país.

La primera fue en el 2000, con el frijol, en el Instituto Nacional de Ciencias Agrícolas, en la provincia de La Habana, y luego le siguieron de maíz, tomate y arroz en otros lugares de la Isla.

En estas ferias los agricultores, principalmente, observan en los campos las plantas de diferentes variedades del cultivo que se trate, y a partir de su experiencia y conocimientos hacen una selección de las que más les convienen fomentar en sus terrenos.

Unas semanas después reciben semillas de las escogidas por ellos, y comienza así una multiplicación acelerada de variedades adecuadas a las condiciones de clima, tipo de suelo, prácticas agrícolas locales y situación geográfica de la parcela.

Incipientes aún, estas ferias muestran resultados alentadores. Los investigadores recolectaron materiales genéticos de 92 variedades de maíz y 63 de frijol, entre ellas algunas nuevas líneas prometedoras.

Donde se hicieron los primeros encuentros, los agricultores usan el doble o más de las especies de antes, y varias de ellas las consideran superiores a las que utilizaban hasta entonces.

También se ha demostrado la viabilidad económica, pues se recurre menos o nada al empleo de fertilizantes sintéticos y pesticidas, y el gasto de agua en el regadío disminuyó, aparte del incremento en el rendimiento agrícola.

Las ferias de diversidad de semillas evidencian que tienen condiciones para establecerse definitivamente y ampliarse, incluso a nivel de comunidad, en la agricultura cubana. Los primeros pasos enseñan lo conveniente de esta práctica.